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Analistas 10/06/2016

Desconociendo a Goliath

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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El 20 de mayo, al intentar subastar US$500 millones de las reservas internacionales, el Banco de la República se comportó como un osado David. Pretender modificar las tendencias del dólar es como enfrentarse a un poderoso Goliath. En el relato bíblico David triunfa. En la historia colombiana Goliath sigue ganando. El Banco de la República se equivocó al considerar de manera ingenua, que sus intervenciones sí tienen la capacidad de incidir en el precio del dólar.

La intervención no solamente fracasó sino que, además, ha tenido grandes costos económicos. Finalmente no se subastaron US$500 millones porque la demanda se copó en US$411 millones. La acción del banco central fue inútil, y puso en evidencia que la volatilidad del dólar depende de variables que escapan al control de la autoridad monetaria colombiana. No tiene sentido pretender que el Banco de la República pueda ajustar el precio del dólar. Ayer la divisa cerró a la baja por dos razones que nada tienen que ver con la política monetaria doméstica. La primera es la decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos de posponer, una vez más, el aumento de la tasa de interés de los bonos del Tesoro. Y la segunda es el mayor precio del petróleo. Todo indica que el dólar volverá a subir, porque es inevitable que haya una alza de las tasas de interés de los bonos del Tesoro. Frente a esta tendencia las subastas de dólares del Banco de la República no tiene ninguna incidencia. En el frente cambiario el margen de maniobra del banco central es muy limitado.

El Banco de la República tiene un sesgo que lo lleva a privilegiar las intervenciones cuando hay devaluación. La autoridad monetaria se cuida de intervenir cuando se presenta una revaluación, ya que esta facilita la lucha contra la inflación. La devaluación, en cambio, estimula la inflación. Y sobre todo ahora, cuando la inflación se ha intensificado. La importación de alimentos aumentó de manera significativa: en 10 años pasamos de importar 1 millón de toneladas a 11 millones. La devaluación afecta directamente los precios de la canasta básica. Y la presión inflacionaria derivada de la devaluación fue la tentación que incentivó la intervención.

La subasta de los dólares, que no logró contrarrestar los movimientos del dólar, tiene graves consecuencias. Primero, favorece a los especuladores, que esperan que en el mediano plazo haya un aumento del valor del dólar. Segundo, el costo de oportunidad de este uso de las reservas internacionales es muy alto. Fiel a la ortodoxia, el Banco de la República evita que se gasten los pesos que se obtienen por la venta de US$500 millones (cerca de $1,5 billones). Con estos recursos se podría apalancar un fondo para, por ejemplo, reconstruir todas las escuelas rurales del país. 

El procedimiento sería similar al que se hizo con los recursos de Isagen y el Fondo de Desarrollo Nacional. En lugar de realizar este tipo de operaciones, que se consideran “heterodoxas”, el Banco congela los recursos. Tercero, la decisión de subastar dólares muestra que las reservas obtenidas durante la bonanza sí se pueden utilizar, pero vale la pena preguntarse por qué es “ortodoxo” entregarlas a los especuladores y por qué es “heterodoxo” destinarlas a consolidar la infraestructura nacional. Los criterios de la ortodoxia actúan como una dictadura, que inmoviliza y no permite pensar en alternativas favorables al desarrollo nacional.
 

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