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Comenzó hace poco la primera fase del acuerdo entre Israel y la organización terrorista Hamás para un alto al fuego en la Franja de Gaza, luego de un cruel conflicto que inició hace exactamente dos años cuando el grupo terrorista atacó por sorpresa varios puntos de Israel con una andanada de al menos 5.000 cohetes y varias oleadas de incursiones hacia su territorio denominada por el Hamás como “Operación Inundación de Al-Aqsa”. La presión internacional comenzó a surtir efecto sobre las partes. Este fin de semana se espera que en Israel puedan regresar a sus casas los secuestrados vivos que todavía se encuentran en poder de Hamás, y simultáneamente se espera que el Ejército israelí de inicio a los primeros movimientos de retirada de la Franja de Gaza. Voceros del Gobierno israelí han dicho a varios medios y agencias de noticias internacionales, que posiblemente la liberación de los secuestrados comience en las próximas horas, aunque el anuncio del presidente de EE.UU. Donald Trump ha confirmado que la fecha elegida para iniciar todo el proceso de desescalamiento será el próximo lunes 13 de octubre. En su cuenta de redes sociales el mandatario expresó: “Estoy muy orgulloso de anunciar que tanto Israel como Hamás han aprobado la primera fase de nuestro plan de paz. Esto significa que TODOS los rehenes serán liberados muy pronto y que Israel retirará sus tropas a una línea acordada, el primer paso hacia una paz fuerte, duradera y eterna”.
Los puntos adicionales del acuerdo y las próximas fases incluyen temas delicados de corto y largo plazo. Muchos siguen sin resolverse y todavía faltan detalles delicados. Uno de los elementos de los que ya se habla es del proceso de reconstrucción de infraestructura y vivienda. Grandes firmas internacionales le han expresado a Trump que están dispuestas a participar, haciendo la salvedad de que no todas son norteamericanas.
Sin duda, el avance parcial de la situación en Gaza resulta ser una promesa de campaña que Trump está cobrando políticamente no solo en su país. En los años 90 el presidente demócrata Bill Clinton había liderado la búsqueda de “dos estados”, el Acuerdo de Oslo. Esa iniciativa buscaba una solución basada en que ambas partes se reconocieran y se logró después de que Israel y la Organización para Liberación de Palestina, OLP, liderada por Fatah, la facción de Yasser Arafat, aceptaran mutuamente un diálogo en 1993 en negociaciones desarrolladas en Noruega. Luego del reconocimiento vino un largo período de desencantos por dejar una serie de problemas pendientes mucho más difíciles de resolver.
Uno de inconvenientes no resuelto fue el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás fundado en Gaza en 1987 grupo que no estaba de acuerdo con las concesiones que la OLP de Arafat hizo para alcanzar esa paz y públicamente lo señalaron de ser un dirigente “débil”. Desde 1994 Hamás buscó sabotear de cualquier manera las conversaciones logradas realizando ataques suicidas. Lo grave es que Hamás llegó por la vía democrática al poder en Palestina en 2006 y en cerca de 20 años ha venido endureciendo las posiciones contra Israel. Ojalá que en esta ocasión la comunidad internacional logre sostener la paz para que sea duradera y creíble. Gaza y el mundo necesitan este nuevo aire.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente