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Analistas 21/07/2017

Encontremos los límites

Nos encontramos en el final de una semana de luto para el mundo de las Matemáticas. La profesora Maryam Mirzakhani, originaria de Irán, falleció luego de cuatro años de lucha contra un devastador cáncer de seno. Se desempeñaba como profesora en Stanford y fue la primera mujer en ganar una Medalla Fields, el equivalente al Premio Nobel de las matemáticas. Mirzakhani trabajó sobre superficies hiperbólicas, espacios de Moduli y sistemas dinámicos, en donde desarrolló avances significativos para la ciencia y mostró “una ambición audaz” según el director de su tesis Curtis McMullen de Harvard. Para entender su trabajo es necesario volver a conceptos básicos de la ciencia.
Tres matemáticos del Siglo XIX, Bernard Bolzano, Augustin Louis Cauchy y Karl Theodor Wilhelm Weierstrass desarrollaron el concepto de límite. Inicialmente usado para funciones y el cálculo diferencial, el concepto ha evolucionado tanto que ha permitido que los grandes científicos e ingenieros del mundo han creado aparatos y sistemas tan sofisticados como la radio, la televisión y las comunicaciones celulares.
Lo triste es que a nivel de ciencia hayamos avanzado tanto con una base estructural sólida como el límite y a nivel social y cultural estamos aún lejos de una idea de nuestros propios límites. En el caso del lenguaje y la dinámica de debates que se llevan a cabo entre diferentes actores de la sociedad estamos lejos de unificación de criterios. El irrespeto, la vulgaridad, el matoneo, los ataques personales son pan de cada día.
Los episodios de Claudia López vs. Luis Felipe Henao, Néstor Martínez vs. Jorge Robledo y Daniel Samper vs. Álvaro Uribe son claros ejemplos de la falta de límites del respeto. Nos estamos acostumbrando a que en Colombia resolvemos diferencias a las patadas. Esto heredado de nuestros colonizadores españoles del siglo XV que muchos de ellos venían de ser liberados de las cárceles. La conquista fue violenta y todavía quedan secuelas de eso.
Colombia heredó la cultura de “no se deje”, “sálvese quien pueda”, “el vivo vive del bobo”, “pues de malas”, “¿este a quien le ha ganado?”. Está bien visto que los niños se defiendan a golpes en los colegios. En la industria del transporte, taxistas, camioneros y choferes de bus andan con armas blancas y es común encontrar riñas y homicidios en ese gremio. Todos tenemos en nuestras familias a alguien que le encanta discutir en las reuniones, y a veces de manera agresiva. Existe la idea de que el que más grite gana la discusión.
La carta que firmaron algunos colegas va más allá de Samper o Uribe. El expresidente usó una frase que desbordó cualquier límite. La prensa, y no solo la que firmó la misiva, debe ser la primera en una necesaria autocrítica. El año pasado en el marco del plebiscito, escribí sobre el tema ya que convivimos con las malas prácticas dentro del gremio. Salimos a llorar por mínimos respetos y nosotros mismos no siempre lo tenemos con nuestros temas o invitados al aire. Los miembros de la clase política tampoco ayudan ya que han vuelto el debate virulento algo normal. Asusta que en año electoral caigamos en la mecánica que Trump impuso en el debate norteamericano. Ojalá cambie la dinámica y pidamos los límites mínimos. La gente realmente quiere un debate de ideas y no de personas. Queremos saber, por ejemplo, cómo van a reactivar la economía, no los oscuros pasados (que todos tienen) de los diferentes candidatos. Encontremos esos límites por el bien del país.

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