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Analistas 10/03/2025

En busca de la inclusión crediticia

Jonathan Malagón
Presidente de Asobancaria
JONATHAN MALAGON

La felicidad no es solo un concepto filosófico, es un objetivo tangible que perseguimos a diario. Aristóteles y Séneca definían la felicidad como el bienestar pleno en todas las dimensiones que nos importan y la tranquilidad frente a lo que nos depara el futuro, respectivamente. La inclusión financiera, y en particular la crediticia, juega un papel esencial en la búsqueda de la felicidad, en la medida en que el acceso al crédito permite financiar nuestros proyectos de inversión, apalancar el consumo y suavizar contingencias, lo que redunda en una vida más estable y, por ende, más feliz.

Las comparaciones internacionales evidencian cómo la inclusión financiera se relaciona con el bienestar de las naciones. Los países considerados “más felices”, como Finlandia, Islandia, Dinamarca, Holanda y Suecia, combinan altos niveles de cobertura en salud, estabilidad económica y educación de calidad con ingresos per cápita elevados. A su vez, en términos financieros, presentan casi un 98% de inclusión financiera en productos de ahorro y aproximadamente un 65% en acceso al crédito. Cabe destacar que ni siquiera esos países alcanzan un 100% de acceso al crédito, ya que no todos los adultos requieren endeudarse. Existen otras fuentes de financiación y, en algunos casos, la decisión de no adquirir deuda responde a preferencias personales.

En Colombia, a menudo se afirma que la inclusión crediticia apenas alcanza 35%. Sin embargo, mediciones recientes, como las contenidas en el estudio de Banca de las Oportunidades en conjunto con TransUnion, muestran que más de 50% de la población adulta accede a algún tipo de crédito formal, ya sea a través de entidades financieras, comercios o empresas de telecomunicaciones. Esto representa a más de 19 millones de colombianos. Este hallazgo revela que nuestro verdadero punto de partida es superior a lo que se pensaba y que no estamos tan lejos de alcanzar los niveles de los países más avanzados.

Por supuesto, aún queda una ruta exigente por recorrer. Elevar el indicador de inclusión crediticia hasta 75% -una meta ambiciosa que nos hemos propuesto- requiere concentrar esfuerzos en tres prioridades muy concretas: tasa de usura, datos abiertos y pagos inmediatos.

En materia de tasa de usura, se trata de buscar acuerdos para generar nuevas categorías de crédito para las cuales se calcule el Interés Bancario Corriente, IBC, a partir del cual se determina la usura. Sobre datos abiertos, buscamos evolucionar desde la reglamentación voluntaria de finanzas abiertas hasta un ecosistema de datos donde confluyan también sectores no financieros, con el fin de generar perfiles crediticios más precisos y productos diseñados a la medida. Por último, los pagos inmediatos deben escalar lo suficiente para reducir el uso del efectivo de 79% a 55%, facilitando transacciones seguras y acelerando la inclusión en los canales formales.

Con estas acciones concretas, la inclusión crediticia dejará de ser un ideal distante para consolidarse en un pilar de una prosperidad colectiva que acerque a más colombianos a financiar sus proyectos, sobrellevar contingencias y, en definitiva, a ser más felices.

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