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TRIBUNA UNIVERSITARIA 24/09/2025

La demografía manda

Jerome Sanabria
Estudiante

Vuelve al ruedo del debate público un tema que nos ocupará el resto de nuestras vidas: la catástrofe demográfica que enfrenta Colombia. La semana pasada se volvió tendencia la campaña #TenHijos, y no es casualidad: nuestros datos están en mínimos históricos, lo que debería alarmarnos.

En 2010, nuestra tasa de fertilidad -el promedio de hijos por mujer en edad fértil- era de 1,78, según el Dane. La de Japón, por su parte, era de 1,39, y ya en ese entonces se advertía que atravesaban por una crisis demográfica. En 2024 los datos fueron aún más inquietantes: Colombia cayó a 1,06 frente a Japón que registró 1,15. Es decir, nuestra fertilidad ya es más baja que la japonesa. Una verdadera tragedia social.

Como lo he señalado en anteriores columnas, esta crisis se suma a que la esperanza de vida en Colombia va en aumento. En 1993 estaba en 67,57 años; hoy está en 76,4. Una gran noticia, sí, pero que plantea enormes retos, entre otros, para el sistema de salud. Mientras ignoramos estos datos, el gobierno avanza con reformas que solo agravan la crisis.

Recordemos algunos efectos de esta catástrofe. Por la baja natalidad, veremos aún más cierres de jardines y colegios. Ya está ocurriendo: mi amado colegio Nueva Alianza Integral, en San Cristóbal Sur, Bogotá, anunció que este fin de año cerrará sus puertas definitivamente. Cada vez hay menos estudiantes, y mantener la institución se volvió insostenible.

En salud, la situación no será menos grave. ¿Qué pasará con tantos pediatras y médicos especializados en neonatos? En unos años Colombia necesitará más geriatras que pediatras. Y con el aumento de la esperanza de vida, ¿está el sistema preparado para atender a más pacientes, mayores por demás, y durante más tiempo?

Además, en 30 años la fuerza laboral será tan baja que, si no se ajusta el mercado, la producción y la generación de riqueza se verán profundamente afectadas. Por su lado, el sistema pensional estatal, como hemos advertido, quedará sin fondos y mi generación, sin pensión.

Las causas de esta caída son muchas, pero hoy no quiero detenerme en ellas. Lo que me pregunto es: ¿podemos hacer algo al respecto?

En lo personal, mi mayor anhelo es formar una familia, casarme y tener tres hijos. Pero esa es una decisión íntima y profundamente personal. Por eso la natalidad no puede ni debe ser asunto del Estado, y no resulta razonable ofrecer incentivos tributarios o subsidios para “fomentarla”.

Lo que sí debe hacer el Estado es lo que casi nunca hace: adaptarse a la realidad. Eso significa reformar con sensatez y realismo los sistemas de salud, pensiones y mercado laboral. Lamentablemente, el gobierno de Petro va contracorriente, y propone reformas que ignoran nuestra catástrofe demográfica y condenan a mi generación a deudas eternas y a servicios más precarios.

Que a mi generación -y los pocos hijos que tengamos- no nos pase lo de España, en donde anualmente se gastan 30% del presupuesto en pagar pensiones. Nos asfixiarán en impuestos para sostener sistemas piramidales de pensiones y modelos de salud fracasados.

La demografía manda. Ahora, que el Estado se adapte.

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