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ANALISTAS 25/06/2025

¿De qué se sorprenden?

Jerome Sanabria
Estudiante

El pasado 21 de junio, justo antes de que comenzara Sábados Felices, el Presidente ofreció su propio stand-up comedy: subió a tarima a grandes criminales del Valle de Aburrá, aduciendo que lo hacía en nombre de su “Paz Total”. Con ese acto, inédito por cierto, el mandatario se burló en la cara de todo el país.

Ya desde 2022 conocimos del Pacto de La Picota, denunciado por el periodista Ricardo Calderón. Según reportó, el entonces candidato Petro pactaba ocultamente con delincuentes. Ahora el presidente lo hace a plena luz, y en plaza pública. En campaña quizá temía a la justicia y a la sanción social por el hecho de estar negociando con estructuras criminales -al parecer, a cambio de apoyo electoral-, según se denunció en su momento.

Entonces, se encargó de negar, una y otra vez, los encuentros que su hermano Juan Fernando Petro y Danilo Rueda (quien luego sería nombrado Alto Comisionado para la Paz -sí, qué chiste-) sostuvieron en La Picota. E incluso negó que su hermano hiciera parte de su campaña. Tenemos un presidente que niega al hermano y hasta al hijo… ¡cómo no iba a negar también su pacto con criminales!

Pero la cosa cambió. Ya instalado en el poder -y dando señales de no querer dejarlo-, se siente por encima de la ley y del país. No le temblaría la mano para ofrecer una especie de indulto político, incluso si eso implica pisotear las normas existentes. Por más alarmante que resulte este espectáculo, quienes creen ciegamente en él siempre encuentran justificación. Una vez más, la palabra es “reconciliación”.

Son tan contradictorios y convenientes en este gobierno, que, en campaña, las bodegas petristas decían que “La Oficina de Envigado tenía como candidato a Fico”. ¿Qué pensarán ahora que su presidente subió a tarima a nueve de los líderes de La Oficina? Me pregunto:

¿qué nuevo malabar argumentativo inventarán para explicar que Petro no era -en realidad- el verdadero candidato de La Oficina?

Volvamos al tema del indulto: una facultad que el artículo 201 de la Constitución le otorga al Presidente, pero únicamente para delitos políticos. En su alocución, Petro invitó a la Fiscal a ir a la cárcel a “examinar, bajo las normas existentes, legales, las posibilidades de otorgarles beneficios jurídicos [a los criminales] a cambio de la dejación completa y definitiva de las armas y el asesinato”. No nos extrañe que uno de esos beneficios sea perdonar penas. Es decir, indultarlos.

Para hacerlo, tendría que disfrazar delitos comunes de delitos políticos. Para eso necesita del Ministerio de Justicia. No es coincidencia que Ángela María Buitrago haya renunciado a ese cargo, y que el Presidente asegurara que se debió a “un conflicto con unos ejes fundamentales de mi política de paz”. Ella era un obstáculo para legalizar lo ilegal.

Para quienes se preguntan -aún con ingenuidad- por qué Petro siempre se pone del lado de los criminales, creo que la respuesta es evidente: porque el que es, no deja de ser.

¿De qué se sorprenden?

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