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Analistas 14/08/2014

Tinder: ¿Amor en los tiempos de las aplicaciones móviles?

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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Es común escuchar una de esas típicas frases célebres de agenda que reza: “el amor no ve con los ojos, sino con la mente” cuando se trata de establecer la supuesta supremacía de la inteligencia o la personalidad por encima de la apariencia física, en el contexto de las relaciones amorosas. El mundo de lo digital y del internet, hace ver este tipo de paradigmas como vetustos consejos de abuela, como lo confirma la creciente popularidad de aplicaciones como “Tinder”, “Grinder”, “Down” y la mas reciente en llegar a la carrera: “Hinge” 

La premisa fundamental de estas nuevas herramientas de “coqueteo cibernético” es muy simple: para buscar pareja o hacer nuevas amistades no hay necesidad de salir de casa, simplemente activamos el  GPS de nuestro teléfono móvil y ellas nos presentarán fotos de personas que estén en nuestro vecindario (obtenidas de los perfiles de Facebook) y que estén en busca de lo mismo,  lo que pase después, ya sean encuentros esporádicos y clandestinos, hasta relaciones estables que acaben en compromisos de pareja verdaderos y de largo plazo, lo determinarán los jugadores y dependerá de que haya o no una atracción física inicial muta.

Según sus creadores, el objetivo primordial de Tinder, no es la búsqueda de posibles parejas ni el encender una pasión física, sino el facilitar que se establezcan amistades entre gente con gustos, aficiones y pensamientos afines. Lo cual resulta evidentemente paradójico viendo que la mayoría de usuarios simplemente eligen a sus potenciales “amigos” observando una simple foto. 

Sean Rad y Justin Mateen, fundadores de Tinder (recientemente involucrados en una demanda por acoso sexual por parte de una ejecutiva de la compañía), renunciaron a su trabajo en una compañía de computación a mediados de 2013. Días mas tarde, seguros de que en un futuro los computadores personales iban a desaparecer y la mejor manera para contactarse socialmente era el teléfono móvil, crearon Tinder. Para celebrar el lanzamiento de la misma y sus primeros centenares de usuarios, decidieron celebrar una fiesta, colocar una foto de la misma en Instagram y en menos de 1 año cuentan con 1,500 millones de nuevos usuarios y mas de 450 millones de interacciones diarias.

La forma de interacción que proponen este tipo de aplicaciones podrá parecer algo innovador en el mundo de las relaciones heterosexuales, sin embargo, para la comunidad homosexual o para individuos interesados en practicas sexuales “no tradicionales” representan una evolución natural de los foros “on-line” donde desde los inicios del internet, estas comunidades encontraron un espacio libre de condena y presión social. 

Al igual que las aplicaciones de mensajería instantánea, donde ejercemos una comunicación eficiente con muchos interlocutores al mismo tiempo, las aplicaciones como Tinder posibilitan una evolución de las relaciones interpersonales hacia un mundo donde la “multi-tarea sentimental” es el modelo aceptado de conectarnos con otros. Las relaciones se tornan volátiles y en su mayoría empiezan a adquirir un carácter transitorio reducido al vínculo que ofrece un sitio web o una aplicación, lo cual, dentro de un mundo donde el individuo es el centro del universo genera que el amor potencialmente se pueda convertir en un concepto flotante, sin ataduras, sin ningún tipo de responsabilidad.

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