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Analistas 18/10/2025

Hackers con poder de Estado

Javier Villamizar
Managing Director

Durante la última década, las cifras han mostrado un sesgo claro hacia actores estatales como protagonistas del cibercrimen de mayor impacto económico. En 2024, grupos vinculados a Corea del Norte robaron aproximadamente US$1.340 millones en criptoactivos, cerca de dos tercios del botín global, consolidando un dominio casi monopólico en esta modalidad de delito financiero digital. Estas magnitudes ilustran una superioridad operativa típica de capacidades estatales, hasta ahora difícil de replicar por delincuentes individuales.

Potencias como Rusia, China, Irán y la propia Corea del Norte ya usan inteligencia artificial para automatizar ataques, manipular información y ejecutar operaciones de espionaje digital. Pero la verdadera amenaza es que estas capacidades se están democratizando: los recursos necesarios para planear un ataque sofisticado se reducen cada día. La irrupción de la inteligencia artificial ha comenzado a reducir las barreras de entrada al cibercrimen. Lo que antes requería años de experiencia, hoy puede ejecutarse con herramientas abiertas y modelos de IA disponibles para cualquiera.

El impacto es profundo. La inteligencia artificial permite ejecutar ataques más rápido, más barato y con mayor precisión. Hoy, un programa puede analizar miles de objetivos en minutos, personalizar mensajes para engañar empleados o crear programas maliciosos que cambian de forma constantemente para evitar ser detectados. Además, los modelos de IA pueden descubrir vulnerabilidades en sistemas antes de que las empresas tengan tiempo de corregirlas. La velocidad con que un fallo pasa de ser descubierto a ser explotado se ha reducido drásticamente.

Al mismo tiempo, la economía del delito digital se ha transformado. Antes, lanzar una campaña de “ransomware” requería una red criminal organizada. Ahora, cualquier individuo con acceso a un modelo de IA puede diseñar ataques, traducirlos a distintos idiomas y mover fondos robados a través de criptomonedas con una eficiencia casi industrial. La inteligencia artificial no solo amplifica la escala de los ataques, sino también su accesibilidad.

Las consecuencias para el sistema financiero global son significativas. A medida que los incidentes aumentan en frecuencia y severidad, las pérdidas económicas podrían alcanzar niveles sistémicos. Las aseguradoras ya enfrentan dificultades para fijar precios realistas a las pólizas cibernéticas, y los bancos y fintechs comienzan a incorporar el riesgo digital como una variable central en su gestión de liquidez y solvencia. Un ataque exitoso puede destruir la confianza en una plataforma y provocar fugas masivas de capital en cuestión de horas.

Los reguladores, conscientes de este panorama, están imponiendo normas más estrictas. Exigen reportes de incidentes casi en tiempo real, pruebas de resiliencia digital y controles sobre proveedores externos. Estas medidas incrementan los costos a corto plazo, pero también crean una oportunidad: las empresas que logren integrar la inteligencia artificial en su defensa, con sistemas de monitoreo continuo y respuesta automática, estarán mejor posicionadas para resistir la nueva ola de amenazas.

Paradójicamente, la misma tecnología que facilita el ataque también puede ser la mejor defensa. Herramientas impulsadas por IA ya permiten detectar patrones anómalos, validar identidades con biometría avanzada y filtrar contenidos generados artificialmente antes de que lleguen al usuario. Sin embargo, el ritmo de innovación favorece por ahora al atacante. La inteligencia artificial reduce la fricción y multiplica la capacidad ofensiva más rápido de lo que las empresas pueden adaptar sus defensas.

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