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Analistas 19/10/2019

“Fake News”: ¿Hasta cuándo?

Javier Villamizar
Managing Director

Una de las cosas que el crecimiento de la penetración del internet ha acelerado es la velocidad a la que una noticia, una historia o un simple comentario puede viajar a través del mundo. Esto aplica tanto para verdades, mentiras y todo lo que está en medio, sin importar si el contenido se refiere a política, terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera. Las noticias falsas o tergiversadas han existido siempre, la diferencia hoy es precisamente la escala y velocidad de difusión debido a lo barato que resulta diseminarlas a través de las plataformas digitales.

Desafortunadamente, la información falsa tiende a difundirse significativamente más lejos, más rápido y de manera más profunda y amplia que la verdad en todas las categorías de información. Según un estudio publicado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), “mientras que la verdad rara vez se difunde a más de 1.000 personas, 1% de las noticias falsas más virales se difunde rutinariamente entre 1.000 y 100.000 personas”. Otros investigadores han encontrado que una noticia falsa tiene 70% más de probabilidad de ser retuiteda que una verdadera y una noticia verdadera demora 20 veces más que una falsa en alcanzar 10 “retuits”, siendo estos indicadores mas marcados en noticias políticas.

Pareciera lógico pensar que el control y la censura a estos contenidos falsos debería ser responsabilidad de las plataformas que ayudan a difundirlos, como lo son las redes sociales y los motores de búsqueda, al igual que sucede en medios impresos y en la radio y televisión tradicional. Es por esto que compañías como Google, Twitter y Facebook tienen ejércitos de gente y han desarrollado algoritmos utilizando inteligencia artificial, dedicados a controlar todo lo que los usuarios publican.

La tarea no es para nada fácil si consideramos que en una plataforma de video como YouTube, propiedad de Google, se descargan mas de 400 horas de contenido cada minuto.

La pregunta que muchos nos hacemos hoy es: ¿ quién debería tomar cartas en el asunto si las plataformas no son capaces o no ponen suficiente esfuerzo en controlar la difusión de falsas? En Singapur, un país líder en competitividad económica, que paso de ser una pequeña ciudad, puerto de pescadores hace 50 años a un centro financiero mundial de gran importancia, desarrollando un nivel de vida urbana envidiable y un desarrollo ambiental alabada por las potencias económicas mundiales, se han empezado a dar los primeros pasos en crear una política que da facultades al gobierno para controlar los contenidos falsos que se publican en las plataformas digitales. Este mes entró en vigencia, a pesar de las protestas de grupos que defienden de la libertad de expresión, la “Ley de Protección contra las Falsedades y la Manipulación en Línea”, que permitirá al gobierno exigir correcciones, eliminar contenidos o censurar información publicada en sitios de internet y redes sociales sin necesidad de una orden judicial, además de imponer penas a quienes estén detrás de las mismas.

Las medidas tomadas en Singapur nos hacen pensar en esa delgada línea que existe entre la protección y la censura y el riesgo que existe cuando una sociedad le da poder a funcionarios de gobierno para decidir lo que es verdadero y lo que es falso. Dejar este tipo de control en manos del gobierno tiene el riesgo de que los encargados de administrarlo puedan utilizarlo para callar cualquier posible disidencia o idea contraria al poder establecido.

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