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Analistas 14/01/2015

Efecto Streisand: lección para Corea del Norte y los terroristas

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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Según la famosa fuente de información, no siempre acertada y abusada por estudiantes y público en general, la famosa “Wikipedia”, el efecto Streisand “es un fenómeno de internet en el que un intento de censura u ocultamiento de cierta información fracasa o es incluso contraproducente para el censor, ya que esta acaba siendo ampliamente divulgada, recibiendo mayor publicidad de la que habría tenido si no se la hubiese pretendido acallar”.    En otras palabras es lo que sucede cuando se intentar callar una boca y en lugar de ello, se abren millones de bocas más, indignadas, amplificando el mensaje o la noticia original.  El término fue utilizado inicialmente por Mike Masnick, el fundador del sitio web Techdirt, en 2005, en referencia a una demanda que interpuso la cantante Barbra Streisand en contra el fotógrafo Kenneth Adelman. El señor Aldeman sin ninguna mala intención habría incluido en su trabajo documental sobre la costa californiana, imágenes donde aparecía la casa de Streisand en la cima de una loma de Malibú. La mencionada foto no había tenido mas de una docena de visitas hasta cuando los abogados de la cantante decidieron tomar acción legal y el tema llego a los medios. De inmediato las redes sociales y el internet se encargaron de propagar la noticia y atraer la atención del público. 

El desgraciado caso del caricaturista francés Charlie Hebdo, quien se dedicaba a cuestionar de manera satírica aspectos de las religiones a través de su revista, y que desató la ira de un grupo de terroristas escondidos bajo el manto de aparecer como ‘vengadores de Mahoma’, es otro ejemplo más de el efecto inverso que un ataque, en este caso imperdonable y brutal contra la libertad de expresión, puede tener sobre un tema o una publicación con popularidad limitada a su entorno geográfico. La globalización de las redes sociales y la velocidad con que un hecho de esta magnitud se propaga por ellas generó que el mensaje que los asesinos intentaron censurar, se haya multiplicado con dimensiones inimaginables. Aunque es irrelevante el valor de la fama en comparación con la pérdida de una vida humana, es claro que por la mente de los cinco dibujantes asesinados nunca pasó la idea de que sus creaciones pudieran  trascender globalmente y menos que esto fuera como consecuencia de un acto terrorista condenado globalmente por personas de todas las religiones.

El otro caso palpable que ejemplifica el efecto Streisand, se centró alrededor de la película “Entrevista”, una comedia americana que muestra una conspiración en contra del líder norcoreano, Kim Jong-un, y que estuvo en el centro del escándalo protagonizado por Sony Pictures y el “hackeo” de sus redes informáticas. Aunque todavía hay escépticos que piensan que el robo de información personal y corporativa al estudio de Hollywood fue orquestado por un ex-empleado en retaliación por haber sido despedido injustamente, si nos apegamos a la versión del FBI, el crimen cibernético es una consecuencia directa del malestar que la divulgación de la película causó Jong-un y fue llevado a cabo por un escuadrón de “hackers” al servicio de su gobierno. En este caso aunque la divulgación de información confidencial proveniente del ataque, tendrá consecuencias materiales y económicas y las amenazas que restringieron la exhibición de la película hayan afectado a Sony Pictures financieramente, el efecto Streisand de una u otra manera terminó beneficiándolos al aumentar la publicidad y el alcance de una película que posiblemente hubiera sido rápidamente olvidada por la crítica y los espectadores.

En cualquiera de los casos, quienes se sientan afectados por críticas y parodias en las redes sociales o medios de comunicación, mas vale que, como lo recomiendan algunos expertos en relaciones públicas, empiecen a “tener piel de rinoceronte”, al decidir si vale la pena reaccionar contra la persona o medio detrás de una sátira y potencialmente provocar que su difusión sea mayor.

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