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Analistas 29/12/2022

Las miradas de 2022

Ignacio-Iglesias

Otro año se acaba y nos recuerda lo que mucha gente pensamos desde hace algún tiempo y es que nos tenemos que acostumbrar a vivir en un mundo convulso. Lo cual no es ni malo ni bueno, sino algo con lo que tendremos que lidiar de manera natural. Esto nos obligará a no bajar la guardia y estar siempre atentos para poder adelantarnos a los acontecimientos y gestionarlos de la mejor manera posible. Es lo que nos ha tocado vivir y no podemos esconder la cabeza como el avestruz y esperar a que pase la tormenta, porque al acabar una es más que posible que llegue otra o incluso que más de una se superpongan, como ha sucedido en estos últimos meses.

Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, pero en este mundo tan dispar, extremo, sectario, irrespetuoso y en algunos casos hasta chabacano y hostil, ni siquiera una misma imagen, muchas veces tan definitoria y explícita, nos pone de acuerdo en cómo hay que interpretarla. Es por lo que no me atrevo a hablar de las imágenes de este año concluso, sino de las miradas con las que se ven e interpretan esas imágenes.

Quizás lo primero que se nos viene a la cabeza como el gran protagonista de este año es la guerra en Ucrania. Como siempre que pasa algo en los principales centros geopolíticos más relevantes de nuestro planeta, el hecho en sí se convierte en portada diaria de noticieros, diarios y programas radiofónicos y no por falta de trascendencia. Sin embargo, no hay que olvidar que para muchos ciudadanos de otras partes del mundo con conflictos armados enquistados desde hace años: Yemen, Eritrea, Siria, Congo… esas imágenes de ruina, desolación, penuria y destrucción son parte de su día a día y no les causa especial impacto. A la mayoría de Occidente le parece un conflicto que responde a las ansias megalómanas de un dirigente que, en la búsqueda de su credibilidad perdida desde hace años, necesita estos golpes de efecto que le revitalicen y le empoderen ante su cohorte de seguidores que le consideran el referente y defensor del poderío “imperial” ruso y contrapeso necesario al bloque aliado noratlántico.

Ni siquiera las consecuencias derivadas de este conflicto y que han generado aumento de los precios de las materias primas, inflación galopante, crisis de suministros y un empobrecimiento evidente de la población, son vistas de la misma manera por todos. Las reyertas políticas entre los gobiernos dirigentes y los bloques de oposición en un gran número de países hacen que se pierda la noción de la verdadera realidad y las interpretaciones radicales y sectarias de unos y otros hacen que los hechos reales pasen a un segundo plano. No importa tanto lo que es, como lo que queremos ver para justificar nuestros comportamientos y decisiones.

¡Qué decir del recién terminado Mundial de Futbol! Ni siquiera la imagen de Messi levantando la copa en un evento que muchos ya pensaron que tenía su nombre antes de empezar, es visto y analizado de una manera unánime. Las críticas a la Fifa, al país anfitrión por los motivos que todos sabemos hacen que el éxito deportivo más que evidente de este evento, quede tamizado por ese halo de corrupción y malas prácticas que lo han rodeado.

Hablando de Latinoamérica y los diferentes procesos electorales y acontecimientos políticos de especial relevancia en un gran número de países de la región, tampoco encontramos unanimidad a la hora de observar las imágenes de lo que ha acaecido. Todas ellas naciones democráticamente jóvenes que buscan ganarse su credibilidad nacional e internacional aceptando los resultados electorales que se produzcan y sin embargo entre una buena parte de la población los resultados de las diferentes elecciones generan situaciones de intranquilidad vehemente que les hace pensar si los sistemas democráticos son realmente los más adecuados para la estabilidad de la región. Para los que se creen ganadores la imagen de la victoria significa esperanza, alegría, nuevas oportunidades y para otros, los vencidos, la mirada con la que ven ese momento refleja miedo, violencia, desorden, un paso atrás.

Criptomoneda, metaverso, avatares, mundos paralelos…. ¡Cuánta expectación han generado todos estos vocablos para muchos e igual decepción para tantos otros durante los últimos meses! En ese afán de adelantarse y alejarse del mundo real en el que vivimos creando falsas expectativas más propias de los cuentos de hadas, los fanáticos de los universos paralelos, de otras realidades que te alejen y te desenfoquen de lo que debe ser tu día a día, ya suficientemente complejo y agitado, se aventuran a lanzar soflamas hiperbólicas e histriónicas que evidencian que lo que buscan es el titular de prensa, el impacto mediático y la expectativas sobremedidas, sin importarles en absoluto la cantidad de medias verdades, por no decir mentiras, que hay detrás de dichos titulares; abocando a muchos inocentes u oportunistas a subirse a una ola que nadie sabe, a ciencia cierta hoy, dónde acabará y que en el camino se llevará por delante a muchos ingenuos, ilusos o iluminados. Con el tiempo se llegará, sin duda, a definir lo que es realmente ese mundo virtual, pero ¿cuánto de real será respecto a lo que ahora nos están contando?; ¿será tan inmediato como nos dicen?; ¿podremos realmente vivir desdoblados entre lo real y lo creado? Total, ¡qué más da! La memoria es frágil y de aquí a algunos meses ya nadie se acordará de lo que nos contó en su momento un tal Zuckerberg en un intento de montar una cortina de humo que tapara sus más que evidentes miserias y frustraciones.

Ya ni las imágenes valen más que mil palabras. Ahora es la mirada con la que vemos esas imágenes la que nos hace ver las cosas de una u otra manera y por ello, este año que se acaba para algunos será blanco, para otros, negro y para el resto será de diferentes colores. La realidad es que nos tendremos que preguntar si efectivamente hemos vivido todos el mismo año o por el contrario ha habido casi tantos año 22, como personas.

Los acontecimientos antes reseñados y otros muchos más acaecidos en estos últimos doce meses no han impactado de la misma manera en cada persona y por ende la mirada que se ponga al observar los mismos, determinará el juicio que hagamos de cada uno de ellos y quizás nuestro grado de felicidad.

Me imagino que dentro de aproximadamente 365 días la sensación que tendremos de lo vivido no será muy diferente de la que tenemos hoy.

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