.
Analistas 25/10/2022

Inclusión, discriminación y satanización

Héctor Francisco Torres
Gerente General LHH

En un acto que causó estupor en el mundo, la policía moral iraní asesinó a Mahsa Amini por no usar el hiyab de la forma que indica el código de vestimenta musulmán. Más allá del rechazo generalizado que esta atrocidad demuestra y que ha dado origen a un movimiento de resistencia que las democracias del planeta aplauden, la conclusión de Perogrullo es que el fundamentalismo ─en cualquiera de sus matices─ es el peor enemigo de la inclusión.

Por desgracia, en la parcela que habitamos abundan los ejemplos de intolerancia, discriminación y satanización hacia distintos grupos de la población por causa de sus creencias religiosas, su origen, su posición social, su raza, su nacionalidad, su orientación sexual o su ideología política.

En pocas palabras, ha echado raíces una especie de fundamentalismo a la criolla que, por supuesto, impacta negativamente la tolerancia y el florecimiento de las iniciativas de diversidad, inclusión y equidad que tanto pregonan y tan poco practican nuestros gobernantes. Para la muestra algunos botones.

El director general de la Policía Nacional, la misma institución que acaba de ser condenada por racismo en el caso de la ex patrullera Angélica Cañizales, nos sorprendió una mañana al declarar que el Halloween es una celebración demoníaca.

Diariamente advertimos como algunos alcaldes y alcaldesas tan pintorescos como lenguaraces no desaprovechan ocasión para desacreditar a sus contradictores y acuden con incendiaria persistencia a la promoción de una velada lucha de clases; oímos a encopetados dirigentes, hoy en la oposición, arremetiendo contra los magistrados de la Corte Constitucional cuando sus providencias no les agradan; soportamos a políticos de todas las pelambres vomitando improperios sin descanso, o escuchamos al incumplido presidente ─que paradójicamente es muy puntual cuando se trata de atacar a sus contendores de turno─ lanzar dardos envenenados, sin preocuparse por las consecuencias de sus diatribas. Todos ellos, que son avezados populistas, entienden la necesidad de contar con enemigos reales o imaginarios para prevalecer y por esa razón abonan cotidianamente el terreno de la polarización en detrimento de la necesaria y anhelada convivencia. En discursos de dudosa coherencia, a menudo se utilizan argumentos de reivindicación e inserción con el propósito deliberado de excluir a los contradictores, a la vez que proliferan los trinos ofensivos, las declaraciones altisonantes y las agresiones verbales a tirios y troyanos. Estas tácticas que producen tantos réditos políticos contrastan con los esfuerzos genuinos de buena parte del empresariado nacional, que se ha comprometido con el desarrollo de culturas organizacionales en las que prime la inclusión, la equidad, el respeto y la seguridad sicológica, con la convicción de que serán esenciales para apalancar la productividad, el progreso colectivo y la aceptación de las diferencias como fuente de innovación.

Nuestro aporte como ciudadanos consiste en eliminar el lastre de los sesgos que todos cargamos consciente o inconscientemente y que nos llevan a descalificar a los demás. Conviene tener presente que las diferencias, cuando son toleradas y acogidas, construyen los puentes de la concordia y cuando no lo son, profundizan las zanjas de la intolerancia.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA