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Analistas 04/05/2019

Vida y salud

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La vida es el conjunto de procesos mediante los cuales individuos de infinidad de especies nacen, crecen, se reproducen y mueren. Es casi tan antigua como el planeta, que tiene del orden de 4.5000 millones de años. Responde, en esencia, a la química del carbono y el oxígeno. Evoluciona con frecuencia a raíz de cambios abruptos en el clima inducidos por modificaciones de las circunstancias en la superficie del sol. Nunca ha estado en equilibrio estable, pues las diversas especies viven en relaciones complejas, de pugna y cooperación, pero desde hace poco más de 10.000 años sufre las perturbaciones inducidas por la conducta de una especie relativamente nueva, cuyos vestigios más antiguos se remontan a no más de hace 300.000 años, el homo sapiens, o ser humano.

Los humanos han retado todas las probabilidades: no solo han aumentado su número en forma desmedida, con el apoyo de destrezas para el cultivo de plantas y capacidad para construir cultura, o acopio de elementos para aprovechar recursos de manera ordenada. Han extendido su vida individual mucho más allá de lo preciso para el cumplimiento de la tarea reproductiva, y en las últimas décadas han avanzado en medicina, o conjunto de mecanismos curativos y preventivos, a tal punto que una enorme proporción de sus individuos deberá ser sostenida por los demás, porque sus ciclos vitales excederán sus ciclos productivos en treinta años, lo cual es desbordado si se considera que la vida productiva comienza hacia los 20 y termina alrededor de los 65.

Urge controlar el crecimiento desbordado, que atenta contra una articulación sostenible entre los humanos y las demás especies, y aumentar la productividad, o relación entre los resultados materiales de la acción ejecutada y el esfuerzo comprometido en la ejecución. El aumento en productividad se logra mediante innovación, fruto del cultivo del conocimiento y a veces del azar, la apropiada institucionalidad y la adecuada disponibilidad del cuerpo para la actividad productiva. Esta última condición se cumple cuando se evita que la incursión de virus y bacterias induzca desequilibrios drásticos o cuando se mitigan los riesgos del inevitable deterioro imputable al paso del tiempo. De allí la importancia de organizar los servicios de salud de manera eficiente.

El problema es complejo: entran en conflicto objetivos de lucro y propósitos públicos. Las redes de comunicación de la sociedad contemporánea han inducido el compromiso de recursos estatales, con resultados diversos. Así, en países europeos con sistemas de salud que cubren a toda la población la expectativa de vida es mayor que en Estados Unidos, cuyo gasto en salud es el doble per cápita. La solución no es fácil, pues es precisamente en Estados Unidos donde hay más innovación, pero también donde más impacto tiene la industria farmacéutica en la formulación de políticas públicas, con frecuentes conflictos de intereses. Lo cierto es que la vida se extiende cada vez más, pero el costo de las nuevas tecnologías para mantener esta tendencia es creciente. Es preciso establecer incentivos y pedagogía para cultivar el cuerpo y, con él, la mente, para racionalizar el gasto a sabiendas de que en el largo plazo el éxito puede tener consecuencias costosas en la atención a personas con vidas cada vez más largas y no siempre productivas en su fase final.

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