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Analistas 05/10/2019

Moneda y banca hoy

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La moneda tiene varios papeles: es medio de intercambio, vehículo para almacenar valor hacia el futuro y unidad de valoración relativa de las cosas. Permite, por consiguiente, establecer compromisos de pagos futuros. Es, en últimas, producto de acuerdos, que en el mundo de hoy están sometidos a la regulación estatal y, por ende, a la participación activa de los bancos centrales en la gestión de las políticas monetarias para impulsar la expansión de la economía o inhibirla cuando conlleve aumentos desordenados en el nivel general de precios. Además las normas permiten asegurar la disponibilidad de recursos líquidos para depositantes y ahorradores en las entidades que conforman el sistema bancario mediante la definición de encajes, y protegerlos a través de la definición de límites mínimos en la relación entre el patrimonio y el activo de las instituciones que prestan los servicios bancarios.

Se pueden crear sistemas de pago y acumulación de capacidad para transacciones futuras de manera paralela a los públicos, pero siempre cabe la posibilidad de reglamentarlos. Es pertinente tener en cuenta que los países desarrollados comparten normas para sus bancos, convenidas en los tres acuerdos suscritos en Basilea, Suiza, el último de los cuales se firmó en 2010 y debe aplicarse en todo el mundo en 2022.

El ordenamiento público de los sistemas financieros permitió que la intervención del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos evitara una profunda contracción en la recesión de 2007-2009, mediante estrategia expansiva convenida con el Departamento del Tesoro. Como consecuencia, el nivel de endeudamiento del gobierno federal creció en gran proporción, a 130% del Producto Interno Bruto, y los bancos responsables de la situación por haber titularizado deudas hipotecarias con ligereza se libraron con multas, y sus directivos no enfrentaron cárcel.

Desde hace cinco años la tasa de interés del Banco Central Europeo para refinanciar a los bancos es negativa, lo cual tiene efectos dinamizadores para la economía en el corto plazo, pero reduce la rentabilidad de los tenedores de bonos y aumenta la de los tenedores de acciones de manera sostenida.

En Colombia el banco central no es independiente, pues lo preside el Ministro de Hacienda, y controlar la inflación es difícil porque la economía es menos diversa que antes de la apertura decidida en 1990, y casi todas las exportaciones son productos primarios, en particular petróleo y carbón, con enorme volatilidad. La banca está muy concentrada: el Grupo Aval tiene 40% del sistema, y Bancolombia tiene 25%. Los márgenes de intermediación son enormes, a lo cual contribuye la reticencia de las autoridades a permitir la existencia de bancos pequeños, bajo la premisa de que son frágiles; así se evita la repetición de la crisis financiera de 1998-1999, que desembocó en estancamiento de la economía hasta 2002, y en la reducción de la tasa de inflación de dos dígitos a uno. Preocupa que en esta época en que la economía crece a tasas modestas, inadecuadas para reducir la desigualdad, como consecuencia de las limitaciones institucionales del país, el sector financiero crece a tasas mucho mejores. Además el país apenas está en proceso de poner en práctica el segundo acuerdo de Basilea. El país requiere audacia para impulsar la competencia entre bancos, y políticas fiscales y cambiarias responsables.

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