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Iván Cepeda es persona del pasado; resume la segunda mitad del siglo 19 y la primera del siglo 20. Es marxista leninista ortodoxo dogmático. Representa la vieja escuela establecida en Rusia tras la revolución bolchevique de 1917, en Europa Oriental por la ocupación rusa tras la segunda guerra mundial, y en Cuba desde 1961, cuando Fidel Casto desistió de intentos de lograr respaldo de EE.UU. y declaró que el comunismo sería su pauta.
K Marx sintetizó al filósofo G.F.Hegel, al activista L.Blanc y al economista D.Ricardo al plantear que la dinámica de la historia es consecuencia de la relación entre clases sociales: la clase capitalista haría crisis como consecuencia de la caída de la tasa de ganancia, y la propiedad de los medios de producción quedaría en manos de la clase trabajadora. Su interpretación estaba dirigida a las economías industriales de Europa Occidental.
V.I.Ulianov, Lenín, concluyó que la clase trabajadora debería organizarse en Rusia, país rezagado en relación con Europa Occidental, y tomarse el poder sin esperar a que las leyes de la historia lo dictaran. Tras la toma del gobierno por el partido comunista se desató una cruenta guerra civil, que duró 4 años, con 7 millones de muertos. La Nueva Política Económica abrió espacio a la economía de mercado para el agro y las empresas pequeñas, con inspiración de N.Bukharin, entre 1922 y 1927, pero el comunismo leninista se transformó en burocracia totalitaria y brutal bajo el dictador J.Stalin. El sistema colapsó en Rusia en 1991, pero subsiste en Corea del Norte, Cuba y Laos. No tolera discrepancias y defiende la planeación central, en contraposición a la economía de mercado.
En los años 30 del siglo 20 el economista polaco O. Lange demostró que el mercado y la planeación central producen el mismo resultado si la tecnología se mantiene constante. Esa premisa es inadecuada para la realidad contemporánea, que ofrece oportunidades y plantea retos con cambio permanente en la forma de hacer las cosas.
No tiene sentido vivir con las doctrinas del pasado. Iván Cepeda es arcaico, dogmático y de discutible competencia para tareas administrativas. Como presidente, en contraste con la liviandad en gestión de G. Petro, procuraría con ahínco volver realidad su ideología, con consecuencias catastróficas: el propósito de combatir la propiedad privada de los medios de producción e impulsar la propiedad estatal desembocaría en roscas empoderadas y en desfase entre las señales de los mercados internacionales de bienes y servicios y los precios domésticos; haría insostenible la economía de Colombia y arruinaría a sus habitantes.
Colombia requiere cambios de fondo en muchos frentes, para que el Estado sí funcione y ofrecer oportunidades para todos. El comunismo, ideología de siglos anteriores no es el camino. La extrema izquierda que rechaza la caída del muro de Berlín no es solución compatible con la libertad, propósito necesario desde la perspectiva ética, así sea inalcanzable en su plenitud. Regresar a lo que había antes de G. Petro tampoco produciría los resultados necesarios.
El país ha empeorado en muchos sentidos desde 1991, cuando se cambió la Constitución. Impera la violencia, el legislador es mediocre y la justicia es ineficaz. Es hora de pensar con pies en tierra, sin ataduras ideológicas improcedentes. Así las cosas, I. Cepeda no ofrece el camino necesario.
Él ha demostrado que es un presidente transaccional y está dispuesto a negociar, pero Petro tiene poco que ofrecerle. En cambio, para nuestro Pichón de Dictador sería el papayazo perfecto
“El hecho central del marketing de servicios es este, frustrante: es mucho más fácil fracasar en un servicio que tener éxito.” Harry Beckwith en ‘Venda lo Invisible’
La ciudad está lista para asumir más responsabilidades, siempre que vengan acompañadas de recursos que bogotanos aportan año tras año. Aquí no pedimos favores: exigimos justicia fiscal para una ciudad que sostiene buena parte del país