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El comercio permite el uso eficiente de recursos para todos los partícipes en los sistemas económicos. Hoy, el ámbito es el mundo y el comercio está regulado por casi 200 países, con cierto desorden.
Como estableció D. Ricardo en 1818, los países ofrecen ventajas comparativas relativas a las actividades en las que mejor se usan sus recursos; se deben centrar esfuerzos en ellas por definición.
En los acuerdos de Bretton Woods (1944), liderados por EE.UU., se consignó la intención de impulsar el comercio internacional mediante el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas, institución que solo se formalizó en 1994 en términos similares a los del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, al convertirse en Organización Internacional de Comercio.
Desde entonces el mundo se ha integrado en forma sin precedentes, con reglas cada vez menos proteccionistas, menor costo del transporte y mejoras sustantivas en las herramientas de comunicación. Sin embargo, los beneficios, aunque generales, no han sido uniformes para todos los países y clases sociales. Además, la reducción de impuestos a las importaciones ha provenido de acuerdos de comercio preferencial; salvo la Unión Europea, cuyo alcance aún es limitado, no ha sido fruto de integración política.
El comercio global ha vivido cambios en orígenes y destinos. Se debe resaltar que el crecimiento rápido y sostenido de China tuvo apoyo en la inversión de Occidente para aprovechar mano de obra barata, pero el aumento en productividad e ingreso encareció el trabajo chino, y actividades con labor de bajo costo se trasladaron a otros países. China ha aumentado su nivel tecnológico en forma sostenida, y ahora es líder en energía solar, vehículos eléctricos, y producción de acero. Entre tanto, la economía americana, la mayor del mundo, convino libre intercambio de bienes con Canadá y México.
Cabe señalar que EE.UU. ha tenido déficit de balanza comercial -más importaciones que exportaciones- casi todos los años desde mediados del siglo pasado, en parte porque su moneda, el dólar americano, se fortalece con flujos de capital internacional, provenientes en parte de países petroleros y de capitalistas del tercer mundo. Ello hace más baratos los bienes importados para beneficio de los consumidores, pero socava la competitividad de las cadenas productivas.
Europa ha permitido el ingreso de ciudadanos de orígenes étnicos diversos; en muchos casos no se integran a la cultura del país anfitrión. La migración internacional suele ejecutar tareas que los habitantes originarios no desean acometer y permite enfrentar las consecuencias del envejecimiento de la población, pero conlleva complejas fisuras sociales.
El beneficio de la integración internacional ha sido diferente según el estamento social y las destrezas individuales de cada persona. Hoy, la creciente automatización, con desarrollos cada día más eficientes, puede ahondar diferencias en ingreso entre países y dentro de países, riesgo que solo se puede contrarrestar con educación continua universal. De otra parte, es posible impulsar integración entre países con ventajas complementarias, para facilitar el libre flujo de bienes y servicios.
El proteccionismo del nuevo gobierno americano luce riesgoso para EE.UU. y sus contrapartes comerciales, pero obliga a la reflexión sobre las necesidades del mundo y cómo atenderlas. El tiempo es oro.
El mercado global de ingredientes naturales, especialmente los derivados de la biodiversidad, está creciendo rápidamente, impulsado por una mayor demanda de productos sostenibles y saludables