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Analistas 18/12/2021

Derecha, izquierda, realidad

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

El contraste político entre derecha e izquierda comenzó en Inglaterra tras la revolución gloriosa de 1689, en la cual se instauró el régimen parlamentario. Los liberales (Whigs), partidarios del individualismo a ultranza, se hacían al lado izquierdo y los conservadores (Tories), defensores de tradiciones jerárquicas, se hacían al lado derecho. Ya en el siglo 20, con el auge de los laboristas, social demócratas partidarios de la protección social como base de la política, el equilibrio cambió: el nuevo grupo ocupó la izquierda, el peso relativo de los Whigs se disipó y los conservadores evolucionaron hacia posiciones liberales clásicas.

El concepto de izquierda evolucionó: se lo apropió el marxismo ortodoxo, que invoca la lucha de clases como motor de la historia y propone la propiedad estatal del capital bajo la dirección de partido único, en teoría para beneficio de las clases trabajadoras. El partido comunista se tomó el gobierno en Rusia desde 1917 hasta 1991, con políticas oscilantes bajo Lenin, sistema totalitario bajo Stalin y escasas concesiones bajo Krushev, Brezhnev y Andropov. Gorbachev intentó impulsar la transparencia pero no liberó la economía, y el sistema colapsó hace tres décadas. El comunismo ruso auspició su modelo en el mundo entero hasta los años 80 del siglo pasado: se impuso por la fuerza en Europa Oriental y en Corea del Norte en 1948. En China, liderado por Mao, triunfó en 1949; Se distanció de Rusia en 1959, y abrió la economía al mercado en 1978, con espacio para iniciativa privada y crecimiento rápido, pero mantiene el monopolio del poder con serias restricciones a la libertad. En Vietnam ganó la guerra en 1975, y ha seguido el esquema chino.

La historia del comunismo en el poder en Latinoamérica comenzó en 1961, cuando la revolución cubana declaró afiliación al esquema ruso; tras albores de esperanza, desembocó en tiranía y pobreza. S. Allende en Chile impulsó esquemas estatistas sin limitar libertades pero la economía entró en barrena, y los militares lo derrocaron. En Venezuela el chavismo ha auspiciado el estatismo sin suprimir la propiedad y limitado libertades en forma creciente desde 1998; el país se ha empobrecido en forma irreconocible. En Nicaragua el sandinismo ganó elecciones libres en 1985 y respetó la democracia en su primer período; en su segunda fase, desde 2007, ha aceptado propiedad privada pero conculcado libertades en forma creciente.

La discusión no debe centrarse en el absurdo de la dirección estatal de la economía: la burocracia y el arbitrio la hacen ineficiente, así sea con sujeción a reglas de mercado y gestión por los trabajadores, como probó el fallido experimento yugoslavo. Tampoco tiene sentido la libertad económica sin limitaciones: muchos mercados imperfectos, como los servicios públicos domiciliarios y los fármacos apoyados en patentes, exigen regulación, al igual que los servicios de salud con cargo al fisco. La asimetría entre proveedores y consumidores en procesamiento de información facilita la manipulación. Los mercados libres no protegen el ambiente sin normas estrictas. La educación, tarea central del Estado como vehículo de oportunidad, debe atender necesidades de vecindario en todas las edades para enfrentar la desigualdad promovida por la tecnología. Se requieren distintas políticas públicas y diversas mallas protectoras en cada circunstancia. El asunto exige rigor.

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