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Analistas 17/12/2012

Federación moderna

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo
La República Más
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Constantemente, centros de estudio, columnistas y exportadores, plantean la “modernización” de la Federación Nacional de Cafeteros como una necesidad y señalan que los mecanismos de comercialización son arcaicos, pero sin que ninguno precise a qué se refieren, dejando en el ambiente la impresión de una entidad sin evolución ó innovación.

 
Concretamente el fondo de lo que les incomoda es que, consideran fuera de lugar el control de calidad en puerto que ejerce la Federación, y que, a juicio de los interesados y de economistas ortodoxos, es una medida del siglo pasado que no tiene razón de ser, por cuanto quien debe decidir la calidad que se exporta es el comprador.
 
Pero resulta que están por encima los intereses de los productores, que obtienen un mayor precio por su producto, debido a que el mercado mundial reconoce una prima por la calidad del Café de Colombia, que está garantizada por la Federación Nacional de Cafeteros. Gracias a este mecanismo  el mercado tiene la seguridad de que el país exporta únicamente café excelso. Los compradores extranjeros vienen periódicamente al país a inspeccionar el sistema de control de calidad y confían plenamente en lo que hace la institucionalidad.
 
Que los intereses de los comerciantes exportadores y los de los productores no coincidan, no significa que el sistema no sea moderno, solo que garantiza a los productores que el mercado remunere con una prima el café colombiano, que para el comerciante es indiferente. Los productores a través de su gremio tienen el legítimo derecho a pactar y decidir autónomamente, con el apoyo del gobierno, las normas de venta de su producto para mayor beneficio del agricultor, así los intermediarios consideren que exportar todas las calidades, incluida la pasilla, puede generarles mayores volúmenes de negocios y oportunidades de hacer utilidades,  legítimo desde su punto de vista, pero riñe con los intereses de los agricultores que tienen todo el derecho de defender las formas de maximizar su ingreso y que los consumidores del mundo premian con un mayor precio.
 
De no existir este estricto control, el país sería víctima de contrabando técnico que con frecuencia algunos comerciantes intentan, presentando café en los puertos que no es producido en Colombia, para inspeccionarlo y exportarlo mezclado con el nacional. Ese cafe proviene de otros países en donde el café es mucho más barato, por no tener la calidad del nuestro, ni el reconocimiento del mercado internacional . Hoy más que nunca, el control de calidad constituye la herramienta más valiosa de la comercialización internacional, así incomode a los comerciantes.
 
Cabe mencionar que en la nueva tendencia del mercado de cafés especiales, es aún más importante el control, que garantiza al comprador la trazabilidad del café adquirido y que, el mayor precio que pagan por ese café ingresa al bolsillo del productor. Diseñar un sistema de control e información para que más de 150.000 productores puedan enviar su café al mercado mundial garantizando su origen, sólo  lo puede hacer una organización que realmente los represente. 
 
La tendencia de café especial es irreversible si tenemos en cuenta que el Café de Colombia estándar tiene dificultades para competir por costos con países con producción mecanizada. El café de ladera, intensivo en mano de obra, unicamente es viable si se diferencia del estándar y el mercado lo reconoce con un mayor precio, como sucede hoy a Colombia gracias a la política de valor agregado impulsada en la década pasada por el gremio.
 
La verdad este debate no tiene sino intereses económicos, pero son prioritarios los de 550.000 productores campesinos frente a los de los intermediarios que trabajan por un margen y prefieren menos precio y pocas normas. Cumplir las normas de calidad ante los compradores de nuestro café  no es un obstáculo a la libertad de mercado.
 
Por décadas el gobierno siempre ha respaldado los controles de calidad en puerto, seguramente aplicando el principio, que dice: gobernar es administrar los intereses de los diferentes grupos de la sociedad e inclinarse por el que más beneficio reporte a los colombianos.

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