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Analistas 02/10/2018

Café y coca

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo

Enorme desconcierto nos produjo la explosiva declaración de Roberto Vélez, cuando desde Londres anunció al mundo a través de los principales medios, que agricultores cafeteros colombianos estaban sembrando coca y eran responsables de parte del crecimiento de ese cultivo.

Conociendo su extenso recorrido por el mundo del café, estoy seguro que solo la complejidad del momento debido al bajo precio internacional lo llevó a semejante afirmación que puede tener amplia repercusión en la imagen de nuestro producto insignia.

Colombia como sociedad ha luchado contra este estigma, tratando de que el mundo entero entienda y acepte que somos un país de gente buena, honrada y trabajadora. Los exportadores llevan décadas haciendo importantes campañas para descontaminar sus productos de la cocaína, a sabiendas del riesgo comercial que se corre cuando los consumidores asocian nuestros productos con el narcotráfico.

Café, banano, flores, confecciones -principalmente- son productos que llegan a las manos del consumidor, han llevado sobre sus hombros el peso de este desprestigio y, han asumido durante décadas costosos esfuerzos de promoción internacional para mostrar otra cara sobre el origen sano de la producción, teniendo en cuenta las fuertes reacciones de los consumidores, que repelen productos que tengan ese vínculo; así como las grandes empresas que los distribuyen, que evitan al máximo ser víctimas de acusaciones en el mercado que los relacionen con la cocaína y todos los males que la rodean.

Uno de los grandes logros de los cafeteros colombianos es precisamente “Juan Valdez”: un personaje y una marca, que ha logrado el mayor reconocimiento mundial, porque ejemplifica al hombre trabajador, luchador, honrado, buen padre de familia, cálido, que se ha forjado luchando por las laderas de las cordilleras colombianas para entregar al mundo un café de alta calidad. Todo se puede derrumbar si nuestros competidores -por ejemplo- utilizan estas declaraciones para desprestigiar el café colombiano, precisamente ahora cuando el mundo está inundado de café.

No debemos olvidar que en la década pasada se iniciaron campañas para sustituir en pocos casos particulares, coca por café, demostrando a los campesinos que este era un cultivo del que se puede vivir. Resultaron muy exitosas, con la ayuda de ONG internacionales que apoyaron estos programas; se puede afirmar que, en la zona andina no ha existido este fenómeno.

Los pocos municipios mencionados son precisamente áreas nuevas, que han ingresado a la producción de café con gran éxito, en lugares apartados, sin institucionalidad cafetera, susceptibles de reincidir como cultivo intercalado, pero jamás predominante para adjudicarles parte de la responsabilidad del crecimiento del área en coca.

Menos aún, pensar que la disminución del precio -que se ha declarado como alarmante en los últimos 90 días-, pueda convertirse en la causa de un problema estructural de esta magnitud.

Los bajos precios internacionales no van a reaccionar ante estas alarmas. Pueden resultar programas de ayuda para problemas específicos de esas comunidades, pero los consumidores no van a permitir que la ley de la oferta y la demanda se elimine para determinar los precios del grano; tampoco van a aceptar, las grandes compañías del mundo, la inculpación del crecimiento del cultivo de coca; más bien, corremos el riesgo de deteriorar una sólida relación de cliente - proveedor.

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