A la caficultura le llegó la hora de la verdad. Es el momento de recolectar la cosecha y hacer frente a la escasez de mano de obra, el verdadero talón de Aquiles de los productores empresariales, como se ha anunciado en repetidas oportunidades. La noticia de Caldas, Quindío, Risaralda, Antioquia y Valle, de requerir con urgencia 250.000 recolectores para un periodo de 10 semanas, constituye otra voz de alarma sobre la viabilidad de las grandes haciendas de café.
La falta de trabajadores se refleja en un incremento del valor de la mano de obra, y un aumento en el costo de recolección, que con un precio de venta del producto en descenso hace inviable el negocio para muchos de los grandes productores. A los menos eficientes les va peor, por cuanto los pocos recolectores solo quieren trabajar en las fincas con cafetales nuevos, árboles de menor altura, con más granos por rama, donde les rinde mucho el trabajo. Los demás deberán pagar muy caro, agudizando su problema.
Esta situación, para bien de Colombia, refleja que hay muchas menos personas desocupadas, en la miseria, que están dispuestas a trabajar a destajo, sin estabilidad laboral, por tan solo 10 semanas. Esta coyuntura muestra definitivamente un signo de progreso del trabajador rural, que ha encontrado mejores opciones. Ya no se ve gente joven en los cafetales, fruto de que sus padres, el Estado y la Federación, han hecho esfuerzos para que las nuevas generaciones tengan oportunidad de estudiar y encontrar trabajo de mejor calidad en el campo, así como también de migrar a los cascos urbanos, anhelo y derecho legítimo de todo campesino, cuando se educa.
Muchos de los recolectores de Nariño y Cauca que antes venían al centro del país, hoy son propietarios y atienden su propio cafetal en el sur de Colombia, donde se traslado el eje de la producción nacional.
La desgracia del negocio de unos productores, se ha convertido al mismo tiempo en la nueva forma de vida de muchos campesinos que hoy encuentran en el café una opción de ser propietario, de trabajo y bienestar. No olvidemos que lo que para el productor de mayor escala es un costo, para el pequeño es un ingreso. La producción de café en minifundio es viable y continuará creciendo en muchas zonas del territorio nacional.
El valor de la cosecha de los últimos 12 meses ha mantenido su nivel de ingreso con relación a los 12 anteriores 2011-2012, gracias al aumento de la producción del 30%, cerca de 2 millones de sacos, al subsidio del gobierno de cerca de $700.000 millones y a la devaluación del 10% que ha compensando la disminución del precio internacional. En estos dos períodos el ingreso cafetero ha sido $4.022 y $4.050 billones.
El valor del aumento de la producción del último año vale tanto como el subsidio del gobierno, lo que nos lleva a pensar que el subsidio del 2014 debería dedicarse a renovación de cafetales y a sostenimiento de cafetales para aumentar la producción. Entregando $1.000.000 por hectárea en producción y $3.000.000 por hectárea que se renueve a variedades resistentes, única forma de fomentar inversión que genere ingreso en el futuro, vía mayor producción. El subsidio actual ayuda a pasar el año pero no asegura la supervivencia de la actividad. La única manera de no vivir de limosna, es compensar el menor precio internacional con mayor producción por hectárea. Además, esta forma de subsidio, es de fácil aplicación, sirve para actualizar el censo cafetero y solucionará el problema de los grandes productores con la Dian, que hoy no acceden al subsidio PIC por razones tributarias.
También llegó el momento de pensar que los cafeteros no viables, reciban un estimulo como el de 1992, para erradicar café. En aquella época de sobre-producción cafetera fueron US$ 2.000 de hoy por hectárea, para erradicar 100.000 , actualmente productivas en otros cultivos. Los productores que estén interesados en buscar otras alternativas de uso de la tierra, deben recibir una compensación de la sociedad colombiana, por el trabajo que generaron en el campo cuando el país lo necesitaba. Hoy se enfrentan ante un problema estructural, insoluble, como el de la mano de obra que hoy hace inviable su negocio.