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Analistas 23/01/2021

Vacunas o burbujas

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

La virtualidad fue más materialista que la realidad. Además de la «burbujapp .com», el «e-com-merce» agregó a la huella de carbono de las transacciones tradicionales, la logística de las recurrentes devoluciones y los embalajes reforzados con plásticos de un solo uso, cuyas partículas han sido halladas en bebés.

Como la pandemia no fue apocalíptica, seguimos manipulando los significados de palabras como «revaluar»; por eso no prescindimos del consumismo, sino que lo maximizamos. Así, mientras la vacuna ARNm demuestra su verdadera costo-efectividad, la mayoría continúa derrochando agua, por aquello de la asepsia, aunque la ONU advirtió que dos terceras partes de la población carecerán de agua potable en 2025. Claro, ahora la venden en «bolsa» plástica, y también la de futuros en Wall Street, como si fuera petróleo (Nasdaq Water Index, NQH2O).

Melifluo y efímero, cual propósito decembrino, el discurso de la sostenibilidad hizo de los ODS algo anodino. Como evidencia, el ritmo de crecimiento de la basura electrónica parece de propagación viral, y, respecto a las fuentes de energía, 95% del hidrógeno se extrae de combustibles fósiles (Hydrogen power. Enabling a virtuous decarbonisation loop, 2020): los mismos con los que producen o sustentan turbinas eólicas, paneles solares y vehículos eléctricos, según exhibe ‘Planeta de los Humanos’ (2019).

Es el problema de entender la innovación como hacer de manera diferente más de lo mismo; tal como el «e-com». Dejo atrás esas burbujas tecnológicas, financieras y de marketing, para contemplar las de aquel film alveolar que usan para empacar objetos frágiles, y reutilizamos de manera terapéutica, para mitigar la ansiedad, mediante un entretenido ejercicio que requiere pocos recursos y energía.

Particularmente, ese plástico ha sido provechoso para superar la experiencia cercana de un infarto cerebral. Igual, aunque al principio las crisis personales aterrizan la valoración de los desafíos y logros, superada la emergencia seguimos tergiversando palabras como «apreciar», y manteniendo relaciones tóxicas con la vanidad o presión social, porque no sabemos aprovechar la vida y valorar la burbuja familiar; asimismo, nos cuesta aceptar que hay asuntos fuera de nuestro control, y asimilar soluciones sin origen científico.

Es el caso de muchas actividades que olvidamos, menospreciamos o nos avergüenzan, aunque fueran inocuas y las disfrutáramos; por ejemplo, jugar con burbujas de jabón. También las hay benignas, como aquellos pasatiempos que ayudan a rehabilitar la capacidad cognitiva, aunque no resuelven la paradoja fonoaudiológica, donde el esnobismo polígloto pierde sentido cuando estamos limitados para comunicarnos con la lengua materna.

Considere ludificar la rutina ocupacional y social, sin consumir burbujas de «vid», para contener el «co-vid». A propósito, abundan riesgos tras la confidencialidad en la adquisición de vacunas: latrocinio, además de imponer sus abusivas condiciones, las burbujas de precios de las farmacéuticas han defraudado sistemáticamente. Además, los ricos acapararon la disponibilidad -Canadá adquirió siete veces la cantidad requerida-, y la subasta del sector público contra el privado desprotegerá a la mayoría.

En síntesis, la economía destruyó las burbujas planetaria y humanitaria. Tal como las petroleras, sobre las farmacéuticas la OMS señaló su “fracaso moral catastrófico”.

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