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Mediante una homilía para Semana (Santa), un «godopoderoso» abusó de su rango-cargo. Aunque faltan psiquiatría y psicología clínica, para conjurar nuestra apocalíptica inseguridad -armada, social y alimentaria-, no descarto que las fuerzas sobrenaturales inocularan tanta perversión estatal. Penitente, le recomiendo leer Los Endemoniados (no confundir con El Idiota, también de Dostoyevski).
Fundamentalistas, pecamos por orgullo y prejuicio. Divide y vencerás, los partidos también representan a esa descompuesta institucionalidad que apela al dogma, la colusión o el chantaje. Entre sus víctimas, casi 90% de los colombianos confesamos estar acostumbrados a vivir como bestias, pero la paranoia, tan unánime como la desigualdad, impulsa a abortar o derrocar cualquier reforma, cuando creo que me afectará -aunque ampare a la mayoría-.
Herejes e inquisidores, Petro deshonró las sagradas promesas de urgencia, autenticidad e integridad que derrotaron al establecimiento en primera vuelta, y, ciertamente -según profesa la diabólica muletilla de Gaviria-, la Constitución terminará siendo declarada insolvente, pues la alienación estatal y la incultura ciudadana siguen multiplicando los pandemónium, sacrilegios y pecados capitales.
Mientras el Papa aboga por los “abandonados” (2/4/2023), en el país del Sagrado Corazón tratan a la mayoría como bastarda o no deseada. Reaccionarios, además de la violación de derechos, desatendemos nuestras obligaciones y nos resignamos a adoptar implantes vocacionales, o profanar nuestra personalidad para “adaptarnos” a la eterna guerra del centavo.
«Neuróticapitalistas», los “igualitaristas” neoliberales estandarizaron estas neurosis, diversificando la sevicia socioeconómica. También democráti- camente contraproducentes, los “dramáticos” activistas desvirtúan las formas y el fondo, luchando por superficialidades que atomizan a las mayorías, o enfrentan a facciones semejantes (p.ej. animalista, género o raza).
En ausencia de paternalismo, nuestra precaria independencia y la tóxica codependencia transforman el subempleo de subsistencia en atajos “histéricos”, inmorales o ilegales. En paralelo, las “fobias” se manifiestan mediante el abstencionismo, la polarización y los desafíos a la autoridad, donde los “desadaptados” reaccionan de manera desproporcionada ante lo que se considera políticamente correcto -como la aberrante corrupción, mientras no se haya salido de sus “justas proporciones”-.
Finalmente, los bandidos con uniforme, sangre azul o cuello blanco capitalizan sus empeños “obsesivos”, poseen las riquezas y controlan los avales. Se persignan o rezan Libertad y Orden tras evadir la contrición por haber saboteado, desde 1991, rosarios de reformas que fueron sacrificadas para condenarnos a seguir padeciendo las mismas “policrisis” históricas.
Patria de aprensiones, traiciones y culpas: de angustias, ruegos y desesperanzas. Los verdaderos héroes terminan crucificados, luchando solos contra molinos de viento, porque nos avergüenza o da pereza apoyar ideales razonables. Pura psicosis, los delirios caudillistas defraudan y las compulsivas cabecillas de las ramas del poder nos castigan, cual antiguo testamento, con y sin reformas.
No solo el colombiano parece estar consumiendo mucho más de lo que se esperaría con relación a los niveles existentes antes de la pandemia, sino que también ha cambiado la composición de dicho consumo
La globalización es una apertura total al conocimiento, pero el globalismo es la lucha digital por la dominancia en términos de poder y se opone al progreso de la civilización entera
Invito a que los mandatarios locales se conviertan en la columna del proceso autonómico