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Analistas 18/10/2023

Equiprobable & Rotativo

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Según Hawking, “Dios lanza los dados a escondidas” (Does God Play Dice, 1999). Empero, los juegos del mercado son arbitrarios; la información padece de ruido, ambigüedad o incompletitud, y nuestra racionalidad contraría a la idolatrada optimalidad, incorporando sesgos o heurísticas monetarias, por cuyo estudio premiaron con el Nobel de Economía a Kahneman (2002).}

En el codicioso casino neoliberal, las cartas están marcadas y la ruleta está cargada. Vana porfía, intentando recuperar las pérdidas, la mayoría se hunde entre deudas; también confunde las ganancias y sacrifica la ocasional gratificación, según demostró un experimento donde, por error, reservaban simultáneamente 2 viajes de esparcimiento.

Pese a que los costos no advertían diferencias sustanciales, la tendencia fue conservar el más barato y cancelar el más provechoso (The psychology of sunk cost, 1985). Somos capaces de sabotear algo viable y aceptable, demandando perfección o inverosimilitud; así mismo, es usual que renunciemos a la moderación, porque la insatisfacción “siempre tiene buena mano”.

Aunque el poder adquisitivo no condicionara nuestras decisiones, desde que se puso de moda la abundancia de opciones, la indecisión o el arrepentimiento nos pasan factura. Semejantes encrucijadas deberían permitirnos cuestionar el “dogma oficial”: la libertad de elección maximiza la felicidad (The Paradox of Choice, 2005).

Descubriendo soluciones, para superar cualquier dilema, asocie sus alternativas a cada lado de la moneda, e indique si quiere pedir cara o sello: sin hacer lanzamientos habrá revelado y honrado sus auténticas preferencias. Evidencias de esto las documentaron en “Decisions by coin toss: Inappropriate but fair” (2010), y “Heads or Tails: The Impact of a Coin Toss on Major Life Decisions and Subsequent Happiness” (2021).

La socialdemocracia debería recobrar el kleroterion: un dispositivo que permitía a cualquier ateniense ganar por sorteo los comicios. Aunque parezca descabellado, la década pasada otorgaron el Ig Nobel de Gestión “por demostrar que las organizaciones serían más eficientes si los ascensos fueran seleccionados al azar” (The Peter Principle Revisited: A Computational Study), y el Ig Nobel de Economía por probar “que el éxito no bendice a los talentosos, sino a los suertudos” (Talent Versus Luck: The Role of Randomness in Success and Failure).

Diseñemos y depuremos alternativas, según su intención o consecuencia, y atribuyamos la virtud electoral a lo fortuito (Retórica, II-24, Aristóteles), pues se «normalizó» que con cara gane 1%, y con sello pierda 99%. Aproximemos el ideal de «equidad» usando dados polifacéticos, para garantizar la democracia y «justicia» socioeconómica; auditemos la Distribución Uniforme de sus aleatorizadores, y que sólo se beneficien los que faltan.

Tras arruinar la redistribución de la renta, permitiendo el concurso de la mano invisible del neoliberalismo, una exitosa aproximación del Óptimo de Pareto se aplica a las corruptas eliminatorias sudamericanas para el mundial, pues 70% de las selecciones clasificaría.

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