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Analistas 24/11/2022

¿Sin agenda?

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Aunque cada vez se comprenda más la necesidad de descarbonizar la economía, las decisiones escasean y los líderes mundiales siguen centrándose en lo coyuntural. Si bien la pospandemia, la crisis en las cadenas logísticas, la guerra en Ucrania y la inflación merecen atención y medidas, no se pueden perder de vista las urgencias que demanda la crisis climática y que bien podrían ser atendidas, o al menos fijar una agenda, aprovechando los acercamientos en esta materia de Estados Unidos con China, y la nueva visión para la mayor selva tropical del mundo del presidente recién reelecto en Brasil, Lula da Silva.

Pasa lo mismo con la reforma del sistema financiero internacional, se viene tomando conciencia de la necesidad de hacerlo más justo, sin embargo, la denominada Agenda de Bridgetown no arranca y de ahí que Mia Mottley, la primera ministra de Barbados -que recientemente cortó el nexo con la monarquía británica- sin titubeos, exija que los países ricos paguen por los “daños y pérdidas” causados por el clima extremo. Reivindica cumplir el compromiso de US$100.000 millones anuales de financiación a los países en desarrollo, que debió haberse alcanzado en 2020 y que aún no se concreta. Propone un nuevo mecanismo multilateral para gestionar las ayudas de “daños y pérdidas”, y embarcar al sector privado en la “mitigación” y en la “reconstrucción” tras los desastres climáticos.

Se trataría de rebautizar y gestionar la “Agenda Bridgetown” como un Plan Marshall del cambio climático que, además, implicaría una reforma del Banco Mundial y del FMI. Sin un esfuerzo real, tanto en condonación como renegociación de las deudas de los países más vulnerables (África, sureste asiático, sur y centro américa) y, adicionalmente, una apuesta en favor de la reforestación, la construcción de barreras naturales y garantizar cosechas resistentes a las sequías, no se avanzará.

Por su parte, las empresas tendrán que acabar con el lavado verde o eco blanqueo (greenwashing). El cero neto, es el principal reto de Naciones Unidas para progresar en la regulación de los compromisos de las empresas en los países del mundo.

Así, sin alcanzar una agenda concreta, la COP27 es una gran decepción. Crece la conciencia de los problemas y no las decisiones. No se aumentó la ambición en mitigación y adaptación. Se desconocieron los compromisos de Glasgow, al punto que no se abordaron las causas de los impactos del cambio y, por consiguiente, menos la eliminación progresiva de todos los combustibles fósiles. Solo se reconoce el objetivo planteado en París de 1,5 y no hay menciones a las vías o planes para alcanzarlo. El necesario y esperado cambio de rumbo para África -que pasa por aumentar la financiación en materia de adaptación-, se limitó a instar a los países a aumentar la misma.

En la columna anterior hacíamos mención a la responsabilidad y, en la de hace un año, con ocasión de la COP26, decíamos que sus resultados eran pocos y tardíos. De esta manera, la cuenta regresiva a la que aludimos el 19.08.21 avanza, mientras los grupos de presión de los combustibles fósiles siguen en su lobby evidenciando sus “medidas ecológicas, y las mayores economías del mundo no adoptan decisiones. Qué paradoja, la transición energética será imparable, claro no necesariamente en el tiempo que necesitan los sistemas biológicos que soporta el planeta.

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