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Analistas 24/01/2019

Jugándonos el futuro

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Diciembre es un mes de carreras que conspira con los balances y reflexiones que aconseja la Navidad, de ahí que no se reparara lo suficiente sobre los resultados de dos cumbres trascendentales que se dieron para nuestro futuro. La del G-20 en Buenos Aires y la COP24 en Katowice, donde se incluyeron menciones al último informe científico que apela a la importancia de acometer cambios “urgentes y sin precedentes” para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 grados.

En Buenos Aires la declaración señaló tres derroteros, la urgencia de que los países del G-20 adopten políticas que atiendan las necesidades humanitarias provocadas por los desplazamientos migratorios; sin referirse al proteccionismo, aludió a la disputa comercial entre EE.UU. y China, y reconoció que existen fallas en el sistema multilateral de comercio, de ahí que se planteara trabajar en reformas a la OMC y, por último, se expresó el consenso de implementar estrategias que hagan el desarrollo compatible con el cuidado del medio ambiente. La declaración tiene un párrafo que ratifica la intención de EE.UU. de retirarse del Acuerdo de París de 2015.

Por su parte, en Katowice, la COP24, organizada por la ONU, con el propósito de frenar el calentamiento del planeta, ocupó dos semanas de intensos debates que no auguraban un resultado halagüeño frente al desesperado llamamiento de António Guterres, Secretario General de la ONU, “No cabe ninguna duda de que este es el momento de la verdad. Desperdiciar esta oportunidad comprometería nuestra última y mejor ocasión de detener el cambio climático (…) no solo sería inmoral, sería suicida”. Se trataba de alcanzar un compromiso para limitar el calentamiento a 1,5 o 2 grados como máximo.

La oposición de EE.UU., Rusia, Arabia Saudí y Kuwait, a incluir el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos, base científica más sólida sobre el alcance del calentamiento y las medidas necesarias para frenarlo, crispó a los otros 193 países presentes, que querían ocupar parte de las discusiones en determinar quién va a pagar las políticas climáticas y cómo se organizaría la recogida de fondos prometidos por los países ricos a partir de 2025.

Pese a todo, se logró el denominado Libro de reglas, para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima, señalando el camino para hacerlo. Son 156 páginas que fijan la hoja de ruta de la lucha contra el calentamiento global durante las próximas décadas. En referencia al informe científico enfatiza en la importancia de acometer cambios “urgentes y sin precedentes” para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 grados.

A partir del 2024, todos los países deberán seguir unas reglas de transparencia comunes a la hora de informar sobre sus avances en la lucha contra el cambio climático. Aunque el acuerdo reconoce las peculiaridades y circunstancias de cada Estado, que dispondrá de un período de adaptación a este mecanismo de información común, es un importante logro que da “credibilidad” a un sistema en el que cada país decide sus acciones climáticas.

Los consensos reconocen que deben destinarse más recursos, en especial para mitigación y reducción de efectos del cambio climático, y que las contribuciones para reducir las emisiones de cada país deben ser actualizadas al alza en 2020, año en que entra en vigor el Acuerdo de París.

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