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Con ocasión de la celebración del vigésimo quinto aniversario de las Naciones Unidas, la Asamblea realizó su mayor contribución en favor del fortalecimiento de la paz mundial y constituyó un hito en la evolución del derecho internacional y en las relaciones entre los estados al promover el imperio del derecho entre las naciones y, en particular, la aplicación universal de los principios incorporados en la Carta.
El 24 de octubre de 1970 la Asamblea de Naciones Unidas aprobó la Resolución 2625 y proclamó solemnemente la Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los estados, recordando que se trata de principios básicos e imperativos de derecho internacional y, por consiguiente, insta a todos los estados a que se guíen por esos principios en su comportamiento internacional, y a que desarrollen sus relaciones mutuas sobre la base del estricto cumplimiento de los mismos.
El comportamiento de Colombia, como hemos señalado en otras ocasiones en esta columna y aunque creamos lo contrario, no es precisamente respetuoso de estos principios, pero la incitación del senador Uribe a desacatar el fallo de La Haya publicada en El Espectador el pasado 3 de septiembre no tiene parangón. De un plumazo, en 3 breves frases, desconoce 4 de los 7 principios imperativos que regulan las relaciones de amistad y cooperación entre estados.
Los estados arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacional ni la justicia: “el Gobierno no puede aceptar competencia alguna de la Corte de La Haya”. La obligación de los estados de cooperar entre sí, conforme a la Carta: “Colombia debe desconocer fallo de La Haya”. Los principios de la igualdad soberana de los estados y el que los estados cumplan de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con la Carta. “Que el Gobierno convoque a una consulta ciudadana para ratificar que el único límite que se acepta con Nicaragua es el meridiano 82, como se acordó en el Tratado de 1928”.
Cómo sería el mundo si queremos que los tratados obliguen, conforme a nuestro querer y en su defecto que los límites se determinen por consulta popular. En todo caso Nicaragua, o cualquier otro Estado, podrían hacer lo propio.
Con una irresponsabilidad inusitada y un desconocimiento absoluto del derecho y las relaciones internacionales incita al país a que anuncie un desacato cuando cursan dos demandas más en la misma Corte y que tienen que ver con los mismos hechos. Olvida con cinismo descarnado que cuando fungía como presidente, en la recordada Cumbre de Río, celebrada en Santo Domingo en el 2008, le dijo a su homólogo nicaragüense, Daniel Ortega, que respetaría totalmente el fallo. “Esté tranquilo que conversamos usted y yo, y tenga toda la seguridad de que lo único que estamos haciendo es esperando lo que defina la Corte de La Haya y lo respetamos totalmente”.
Superado el último debate electoral, no se justifica ahora que, además de pervertir las instituciones nacionales, invitemos a hacer lo propio con las internacionales.
Incitatus (Impetuoso) fue el caballo de carreras de Calígula, su devoción por él llegó a extremos ridículos, incluso hacerlo senador, ¿hasta dónde llegaremos en Colombia con esta devoción enfermiza que solo sirve a los intereses y a la carrera política del hoy senador?