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Analistas 16/07/2025

El cambio político está en las reformas

Edwin Palma Egea
Analista
Edwin Palma

“El cambio está en las reformas” dijo alguna vez el candidato Gustavo Petro, ahora nuestro Presidente. En sus desprendibles de pago, millones de trabajadores verán en la próxima quincena mejores ingresos. Por cuenta de la Reforma Laboral (ley 2466 del 2025) aumentan los recargos nocturnos y dominicales y mejoran los ingresos de las familias que trabajan. Como lo prometimos hace tres años.

El Presidente lideró y puso en el primer orden de la discusión publica el pilar del cambio social y político ofrecido y sin duda, necesario. Nunca dejó de hablar de las reformas a la salud, a las pensiones y a las normas laborales. A pesar de tener a todo el antiguo régimen en contra, lo estamos logrando.

Luchamos contra una oposición sin propuestas de mejora o al menos de modernización en ningún campo, a veces irracional, algunos incluso complotando en la oscuridad. Poderosos capitales financiando campañas de desinformación y de obstrucción parlamentaria. Medios generalistas analógicos hoy propiedad de la oligarquía financiera publicando a diario desinformes. Y no olvidamos el estudio de Dejusticia que midió cómo los altos tribunales escoraron sus decisiones en favor de los poderosos y del neoliberalismo, olvidando de paso que el nuestro es un Estado Social de Derecho y que las reformas propuestas buscan cumplir ese mandato constitucional.

El Presidente no se quedó quieto y a la obstrucción de las élites le contestó con democracia. Con la Constitución en la mano pasó a la ofensiva y propuso al Senado, “consultarle al pueblo”. El gran logro de la “atrevida” propuesta presidencial es que desató una gran conversación nacional y sobre todo popular que sacó de los clubes, de los centros de pensamiento, de los observatorios universitarios el debate sobre la reforma laboral, antes disfrazado de asunto técnico, bajándola a las calles, llevándolo a las tiendas de barrio y a los sitios de trabajo. Curiosa y paradójicamente los grandes bufetes de abogados de empresas nunca habían facturado tanto.

Ya el debate público se había extendido con la transmisión de los Consejos de Ministros en un ejercicio de resucitar la política con mayúsculas, con M de masas y como debate de ideas aunque la postura de la oposición es dejar así, seguir igual, mantener la república formal de democracia limitada, violencias varias, desigualdad y segregación de las mayorías.

Los medios generalistas callan que las encuestas todas señalan que el Congreso de la República es la rama del poder público con mayor imagen desfavorable. Y la empeoraron con el trámite espurio de la consulta popular intentando cerrar el debate popular iniciado al proponer preguntarles por cosas de su vida cotidiana como si estarían de acuerdo que les pagaran con mayor justicia los recargos por trabajo nocturno, dominical o festivo.

El poder económico y los políticos tradicionales entraron en pánico y prefirieron “resucitar” la reforma laboral que ya había sido archivada por ocho senadores de la Comisión VII. Al Presidente del Congreso, el “jefe de la banda” Efraín Cepeda -como él mismo se reconoció- se la pasó a la Comisión IV que al final terminó proponiendo un acuerdo que más que una reforma era una contrarreforma. Pero el Presidente no se rindió.

Y el debate volvió a la plenaria, se votó artículo por artículo. Con el pueblo activo presenciamos de nuevo el debate sobre temas que representan los intereses de las mayorías trabajadoras. Vimos cómo la oposición defendió a los empresarios y es apenas normal porque el sistema político les permite pagar sus campañas por encima de la mesa y sin censura. Pero vimos también cómo de manera soterrada algunos congresistas llamados de centro trataban de seguir torpedeando el cambio, querían quedar bien con el empresariado mientras fingían apoyar a los trabajadores. No lo lograron.

El gobierno, junto con el Frente Amplio logró convertir en ley, por ejemplo, la laboralización del contrato de aprendizaje -que yo disfruté hace más de 20 años cuando tuve la fortuna de ser aprendiz del Sena y que acabó Uribe- o que el recargo nocturno se pagará a partir de las 7:00 p.m. y no a partir de las 9:00 p.m. como lo hizo también el uribismo. No se habían discutido mejoras a los derechos humanos laborales en el Congreso tan profundamente en al menos seis décadas, lo que desató el “odio de clases” de los empresarios que según el uribismo y sus compañeros de viaje no existía. En mi corta vida no había visto ni reconocido un Jefe de Estado más comprometido con los derechos del pueblo trabajador.

Después vino la reforma pensional. Atendiendo las instrucciones de la Corte Constitucional, la Cámara de Representantes subsanó y nuevamente respaldó la ponencia del Senado, perfectible, claro está, pero que significa, como la reforma laboral, un salto social de grandes proporciones. Como suele suceder cuando en mi caso participaba de procesos de negociación colectiva: las reformas reconocen avances, pero deja tareas pendientes y aspiraciones que siempre son útiles para la organización y la movilización. En lo laboral, por ejemplo, queda pendiente la tarea de desarrollar y reglamentar los derechos colectivos que existen ya hace más de 70 años.

Viene el debate de la reforma a la salud que apoyaremos. Y desde el Ministerio de Minas y Energía propondremos una reforma al sistema eléctrico del país, impulsaremos la iniciativa que nos hundieron en el Plan Nacional de Desarrollo para que Ecopetrol genere y comercialice energía, y unas pocas modificaciones a las leyes 142 y 143 que acaban de cumplir 31 años.

Seguimos por todo el país socializando a la ciudadanía que el derecho humano a la energía les pertenece y que pueden convertirse en productores y autogeneradores, y así liberarse del yugo de sus elevadas facturas y que se requiere que el marco regulatorio incluya a los usuarios y a los trabajadores.

Han sido 31 años de exclusión, de espaldas a la ciudadanía, de simbólicos mecanismos de “participación” creados por la ley como una especie de “cuarto de al lado” sin poder decisorio, distinto a lo que ahora, proponemos desde el gobierno del cambio.

La ciudadanía debe pasar de ser “veedora” a ser actora. A organizarse para impulsar más cambios y transformaciones. A tener en sus manos su propio destino.

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