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ANALISTAS 04/09/2025

Economía a pesar de Petro

Edwin Maldonado
Asesor económico

Al hablar de economía, las cifras suelen interpretarse a conveniencia: unos para mostrar que todo va bien, otros para anunciar el desastre. Pero los números, vistos con contexto histórico e internacional, no mienten.

El PIB, como medida de crecimiento económico, muestra una realidad: en 2023 Colombia creció 0,7%, en 2024 fue 1,7% y para 2025 se proyecta 2,5%. Muy por debajo del potencial país y lejos de lo que solía mostrar. Entre 2000 y 2022 -incluyendo pandemia y crisis de 2008- el crecimiento promedio fue 3,9% anual. Colombia siempre superó el promedio latinoamericano (2,3%), pero hoy queda rezaga: mientras la región entre 2023 y 2025 crece 2,2%, Colombia apenas llega a 1,5%.

La economía bajo Petro avanza con crecimiento mediocre y, peor aún, insostenible. Por el lado del gasto, al observar los datos al segundo trimestre de cada año, se registra en promedio un consumo débil de 0,8% en hogares y 1,4% en el Gobierno, mientras la inversión fija se desplomó 5%. En contraste, en América Latina la inversión avanzó cerca de 2%. La inversión extranjera directa, IED, está por encima de los niveles prepandemia en la región, pero Colombia es el único país que retrocede: pasó de US$17.200 millones en 2022 a US$16.800 millones en 2023 y US$14.200 millones en 2024, quedando con la proporción de IED sobre PIB más baja. En el frente externo, las exportaciones están estancadas según las cifras anuales al segundo trimestre (3,1% en 2023, −7,7% en 2024 y 1,7% en 2025), con una caída acumulada de 3,3% frente a un crecimiento promedio de 9,9% en Perú, Chile y México. Dicho en simple: el país no crece porque invierta o exporte más, sino porque la gente y el Estado gastan. Y eso no es sostenible: el consumo empuja hoy, pero la inversión y el sector externo garantizan el mañana.

Si miramos el PIB por oferta, los sectores estratégicos retroceden: la minería golpeada por incertidumbre regulatoria y estigmatización; la construcción debilitada por programas de vivienda recortados y dudas sobre concesiones; y la manufactura apenas salió del rojo en 2025 tras dos años de caídas, luego de una política de “reindustrialización” que no pasó del papel. Los motores que crecen son marginales: agro, gracias al café y a los precios internacionales, a pesar de los ataques de Petro a la institucionalidad; turismo y entretenimiento, marcados por la informalidad, crecen a pesar de la inseguridad y que quitaron los estímulos tributarios; y el crecimiento de administración pública, refleja más derroche que eficiencia. En resumen, la economía avanza con ramas de bajo peso estructural, mientras los sectores que generan inversión, empleo formal y divisas se debilitan.

En conclusión, el balance económico de Petro es pobre e insostenible: crecimiento bajo, inversión y exportaciones estancadas y sectores clave en crisis. Los pocos indicadores positivos no responden a una estrategia deliberada, sino a factores externos o institucionales que operan a pesar de Petro. Lo mismo ocurre con la inflación: Petro la recibió en el nivel más alto en décadas tras la pandemia, pero Colombia tardó más que la mayoría de países en reducirla, frenada por aumentos en combustibles, energía y gas, y por una política fiscal expansiva. La caída no fue obra de Petro, sino del Banco de la República, y aún sigue siendo la más alta de la región.

Colombia no está creciendo gracias a Petro ni por una estrategia económica clara, sino por la inercia de su aparato productivo y la resiliencia de sectores e instituciones que siguen funcionando a pesar de Petro. La pregunta es hasta cuándo aguantaremos.

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