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Analistas 26/04/2016

Colombia, hacia la paz perpetua

Eduardo Verano de la Rosa
Gobernador del Atlántico
La República Más
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Ahora que estamos cerca de ponerle fin al conflicto armado no internacional en Colombia es bueno traer a la memoria el proceso de terminación de la rebelión del Movimiento 19 de Abril con una bella experiencia: La conferencia que dictó Estanislao Zuleta en el campamento de Santo Domingo (Cauca).

El M-19 invitó, en mayo de 1989 a Zuleta, un demócrata de formación humanista y reconocido intelectual crítico de la guerra y defensor de una sociedad justa y democrática que nos dejó a todos los colombianos un claro mensaje del movimiento insurgente: reinsertarse y contribuir a la democracia y la paz.

En esa conferencia, Zuleta hizo énfasis en la necesidad de salir del maniqueísmo de los que tienen la verdad absoluta y que, en consecuencia, no están en capacidad de dialogar. Y es que es imposible llegar a acuerdos con los que tienen la verdad absoluta porque el que cree tenerla no está en disposición de aceptar puntos de vistas distintos. Así de simple, hay que dialogar, pero sin maniqueísmo (valorar las cosas como buenas o malas, sin términos medios). Las cosas siempre pueden ser de otra manera, por lo que es necesario, siempre, escuchar.

Preguntar, escuchar, responder, volver a preguntar y seguir escuchando, preguntando y respondiendo con mentalidad abierta es el camino de la construcción de la verdad y de la paz, ya lo enseñaba el gran poeta y filósofo don Antonio Machado en sus finas letras. El diálogo, insisto, es el camino de la comprensión y la construcción de los acuerdos de paz. No al maniqueísmo ni a las posturas de posesión de verdades absolutas.

La paz la construiremos, pero debemos aspirar a la paz perpetua. No se puede tratar en la actualidad única y exclusivamente de un armisticio y de una reinserción. Limitar las negociaciones a un armisticio y a la reinserción de los grupos armados ilegales es una necesidad de la democracia colombiana y es un aporte a la ampliación y fortalecimiento de nuestra democracia, sin duda, lo es. No obstante, tenemos que pretender una paz perpetua. Es una necesidad para nuestro bien.

Para la salud pública y el bien común de nuestra patria, en esta especial coyuntura política, se requiere la inclusión de todas las fuerzas políticas y sociales en el proceso de deliberación para construir un escenario institucional que fortalezca la democracia y que impida que el conflicto armado retorne a nuestra vida. En esta fase de nuestra vida republicana se tiene el deber ético, jurídico y político de ampliar las negociaciones e incluir a todas las fuerzas políticas y sociales en este escenario de las negociaciones.

No se trata de que los conflictos desaparezcan, no es posible, es una idea totalitaria y por consiguiente inaceptable, de lo que se trata es que sean canalizados en el escenario de lo público y en la deliberación política, pero de lo que sí se trata es que los conflictos no pueden ser tratados militarmente en una democracia por muy imperfecta que sea. Este es el acuerdo que debe suscribirse: un acuerdo para la paz perpetua.

No dejo de pensar en la obra “Hacia la paz perpetua” de Immanuel Kant que si bien no era un demócrata, si tenía claro que hay crear las condiciones que hagan posible que la guerra no sea el medio para resolver los naturales problemas en una democracia, por ello, es urgente darle paso a la más amplia deliberación política en la que se abran miles de fórmulas que materialicen el tipo de institucionalidad que facilite la paz perpetua en nuestro país.
 

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