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Analistas 15/05/2023

Llegaron los momentos de verdad

Diego Felipe Valdivieso Rueda
Profesor Investigador - Observatorio Laboral de la Pontificia Universidad Javeriana
La República Más

Son seis los momentos clave en la construcción y consolidación de una norma como la reforma laboral: la elaboración del proyecto, la ponencia en las comisiones especializadas, los ajustes en las plenarias, la conciliación de los textos aprobados, la sanción presidencial y las eventuales demandas de constitucionalidad.

Es clave identificar los factores que tienen mayor incidencia durante las distintas fases de maduración de la iniciativa normativa. En las etapas de elaboración del proyecto, la discusión de plenarias, la conciliación de textos y la sanción presidencial tienen mayor incidencia las argumentaciones de tipo político, mientras que para el momento de ponencia en las comisiones especializadas y las futuras demandas de constitucionalidad, los protagonistas serán los argumentos jurídicos y técnicos.

Revisando la bitácora del proyecto de reforma laboral radicado por el Gobierno Nacional, es claro que hasta hace un par de semanas, el centro del debate no había salido de ese primer momento (la elaboración del proyecto), lo que explica el ambiente de tensión ideológica propio de esta etapa, en la que priman las ideas y se sacrifican los argumentos. Debemos apreciar entonces como normal el que se hayan hechos planteamientos como los de “deje así” o “sólo así”, los cuales no son extraños en tiempos en los que todo se enfoca en cautivar las emociones de aquellos que están más interesados en sentir la reforma que en entenderla.

No obstante, desde hace unos días el proyecto entró en una nueva etapa, se trata de la consolidación de una ponencia en la comisión especializada, en este caso la Séptima de la Cámara de Representantes. Estamos entonces en uno de los momentos en que están llamados a tener mayor relevancia los argumentos técnicos y jurídicos. Pronto vendrán las plenarias, donde los protagonistas serán nuevamente los argumentos políticos.

Podemos decir entonces, que llegaron los “momentos de verdad”. Se empiezan a dejar de lado los foros, los artículos, las reuniones sociales y políticas, y tantos escenarios de disertación individual y colectiva, para pasar a etapas cada vez más definitivas en las que el gran protagonista será el Congreso de la República.

Sobre los argumentos técnicos y jurídicos llamados a incidir en la discusión de la ponencia que prepara la Comisión Séptima, hemos dedicado gran parte de los análisis realizados, los cuales se han compartido en publicaciones anteriores, así como en el texto investigativo y propositivo elaborado por los Observatorios Laboral y Fiscal de la Pontificia Universidad Javeriana, denominado “Reforma Laboral: Aproximación desde la Academia”.

Es claro que los argumentos económicos asociados a la composición del tejido empresarial, la estructura del mercado laboral colombiano, el papel de los jóvenes, la población adulta mayor, las mujeres, la masa poblacional no participe, los Ni-Ni (ni estudia, ni trabaja), la población discriminada, la informalidad, el desempleo, las nuevas formas de trabajo, así como las reflexiones jurídicas sobre las temáticas que sólo podrían tramitarse en ley estatutaria y la mirada a los detalles de los textos propuestos del proyecto radicado, entre otros, ya se han hecho y estamos seguros que de una u otra forma han sido escuchados.

Confiamos que la ponencia que finalmente salga de la Comisión Séptima mejore la propuesta del Gobierno Nacional, logrando un enfoque que promueva formalidad, dinamice la forma como se cumplen las obligaciones laborales, proteja todas las formas de trabajo, aumente la cobertura de protección social y cree un entorno equilibrado y responsable del ejercicio del derecho de asociación sindical.

No obstante, muy seguramente la ponencia de la Comisión Séptima aún tendrá aspectos por mejorar y a partir de ese momento el papel relevante lo asumirán las plenarias tanto de la Cámara de Representantes como del Senado de la República.

El terreno de las plenarias vuelve a ser fértil para la disertación con matices fundamentalmente políticos, pero en este punto deberán tener un nivel y aproximación diferente al de la etapa inicial. Ya no se trata de insistir en la confrontación ideológica, sino en la construcción de una norma que permita encuentros sociales propios de los ambientes democráticos, participativos, pluralistas e incluyentes.

Es importante advertir que “el trabajo” es un punto de encuentro y diálogo común entre todos los integrantes de la sociedad. En ese sentido, cuando se habla de reformas en esta materia y más si son estructurales, debemos entender que el consenso no es una opción sino una obligación. No generar una norma laboral en la que todos los actores se sientan tranquilos en medio de los esfuerzos y concesiones mutuas, ha sido la antesala de conflictos sociales algunos con un gran costo para la humanidad.

Debo llamar la atención, que es común que algunas aproximaciones a relatos históricos asociados a grandes procesos reivindicativos o revolucionarios, como la Guerra Civil Estadounidense, la Revolución Francesa de 1789, la Revolución Rusa de 1919, la Revolución Mexicana de 1910, entre otros, se aborden desde el énfasis del resultado de la lucha, en las que al final hay unos ganadores y otros perdedores. El problema de reconocer el valor de la lucha desde esta aproximación, es que olvidamos que apostar a este mecanismo como forma de resolución de las diferencias nos condena a un ciclo de conflicto y violencia en el que simplemente los actores se estarán alternando su posición, pues los actuales ganadores serán futuros perdedores y los actuales perdedores serán futuros ganadores.

La reflexión, y en esto la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo entendió muy bien desde sus bases fundamentales, es que sólo hay una forma de romper el círculo de la violencia, y es creer que no hay momentos para ganar, sino para concertar; fórmula que aplica tanto para evitar la conflictividad como para resolverla cuando ya está activa.

La conflictividad normalmente tiene su origen ante la incapacidad de construir acuerdos justos y equitativos para todas las partes, y son precisamente dichos escenarios, sumados a formas y estrategias inadecuadas, los que pueden presionar el tejido relacional hasta el punto de llevarlo a la violencia. Para salir de este ciclo debemos asumir una creencia, y es la de entender que frente a las diferencias entre integrantes de una sociedad, nunca se trata de ganar sino de acordar.

Ha indicado la OIT que “Al participar en el diálogo social tripartito, los gobiernos y las organizaciones representantes de trabajadores y empleadores ayudan a construir fuertes instituciones en el mercado de trabajo que contribuyen a la estabilidad y la paz social y económica a largo plazo.”

Los consensos permiten entonces reformas fuertes y políticamente más sostenibles. Tiene entones el Congreso de la República una oportunidad y responsabilidad enorme, de construir la reforma que los representantes de las organizaciones sindicales, empresariales y de gobierno no fueron capaces de concertar en la instancia inicial de preparación del proyecto de reforma. Es ahora en el escenario de la democracia representativa depositada en este órgano legislativo, donde debemos lograr el pacto social que tanto necesita el país, que no hable por los interés de unos pocos sino por los de todos, trabajadores (formales, informales, pensionados y desempleados), empresas (micro, pequeñas, medianas y grandes), ciudadanos y el propio Estado.

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