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Analistas 09/04/2025

Los graves aranceles

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School
La República Más

¿Quién duda de que los aranceles son malos? O mejor, ¿quién duda de que el libre comercio es bueno?

Pues bien, ahora estamos en un momento muy interesante de la batalla contra los aranceles o, en general, contra las barreras al libre comercio. Para resumirlo: quienes se supone que deben estar contra los aranceles, hoy los defienden, y quienes siempre han estado a favor de los aranceles, hoy los atacan. Y todo por venir de dónde vienen.

Aclaremos primero la parte teórica. Imaginemos que uno de los departamentos de nuestro país decidiera proteger las industrias de su región y a sus trabajadores -todo muy loable- y que para hacerlo prohibiera la “importación” de productos de otros departamentos, que les pusiera un arancel, que impidiera la entrada de “inmigrantes” de otras regiones del país o decretara reglamentaciones fitosanitarias o ecológicas para proteger a su población.

Quizá lo primero más llamativo sería el enorme costo de proteger con aduanas las carreteras y los aeropuertos, o el enorme riesgo de que eso desatara una ola de corrupción de aquellos que cobrarían por hacerse los de la vista gorda para dejar pasar el “contrabando”. Pero también producirían un efecto contrario al deseado pues bajaría la calidad de muchos de los bienes de consumo o su disponibilidad, y los ciudadanos se verían expuestos a las arbitrariedades de los monopolios locales.

Fraccionar el país en departamentos aislados y “protegidos”, llamar contrabando a los productos de otras regiones del país e inmigrantes ilegales a los otros conciudadanos, no traería ninguna prosperidad y sí mucha pobreza.

Teórica y prácticamente parece claro que permitir que las personas intercambien sus bienes y servicios libremente, sin importar su lugar de nacimiento, es benéfico para todos, vendedores o exportadores, compradores o importadores, y la sociedad en general.

¡Sin embargo el mundo no funciona así! Nos dividimos en países cerrados, con aduanas, controles migratorios y normativas “protectoras” de todo tipo. Eso sí, creemos que hay libre comercio si no hay aranceles explícitos, así haya muchas otras formas sutiles de impedir o dificultar el intercambio comercial.

Y también nos dividimos entre defensores y detractores del llamado libre comercio y la globalización. Lo sorprendente de lo que estamos viendo es que, por ejemplo, aquellos que se oponen a la globalización ahora, convertidos, se oponen también a los aranceles, y los que se apoyan el libre comercio ahora defienden los aranceles.

Imagino que cada uno tiene sus buenas razones para hacerlo. Los mortales comunes y corrientes poco sabemos de lo que verdaderamente se cuece en las instancias del poder, pero a mí me da la sensación (y puedo estar muy equivocado) de que la verdadera intención no es tanto imponer aranceles como iniciar un proceso de negociación abriendo con una posición fuerte y extrema.

Y es que Estados Unidos es grande y rico y eso le permite hacerlo. Por ejemplo, diciendo: “Si quieres venderme o tú asumes el costo de los aranceles o produces aquí o no te compro”. Una apuesta arriesgada, sin duda, que puede salir mal… o bien.

Lo valioso de esto es que, una vez más, nos vamos a dar cuenta todos de que las regulaciones y los bloqueos de cualquier tipo a la libre interacción entre las personas, explícitos o velados, son dañinos y debemos eliminarlos.

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