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Analistas 16/05/2025

La caída de la consulta popular: victoria contra el populismo

César Mauricio Rodríguez Zárate
Teniente coronel (RP) PhD. Research Associate Leiden University

El Senado de la República tumbó la propuesta de consulta popular. Esta decisión marcó una derrota para el Gobierno, que había convocado al pueblo a decidir sobre reformas laborales y de salud a través de este mecanismo. Peligrosamente y por el escenario que mejor dominan, las redes sociales, convocó a movilizaciones populares para exigir a la fuerza, la implementación de las reformas. Pero, más allá de la decisión, este episodio deja importantes lecciones sobre el equilibrio de poderes en Colombia y el camino que debe seguir el país para avanzar en las transformaciones necesarias para su desarrollo.

El rechazo a la consulta popular más allá de reflejar una derrota para el presidente, determina una victoria para la democracia y nuestro sistema político. Las reformas estructurales de país, como el trabajo y la salud, no se pueden someter a una consulta popular. Sería exponer el futuro, la sostenibilidad productiva y económica de millones de familias a la formulación de preguntas sesgadas, inducidas y con clara tendencia ideológica. Se gastaría casi $1 billón en logística para convocar esta votación, recursos que hoy día urgen para aliviar la crisis de la salud, de suministro de energía o la seguridad.

No es el mecanismo idóneo ni técnico para tratar estos temas, no tiene en cuenta si es factible presupuestalmente, es decir, si las empresas pueden sostener esa reforma, porque además de ignorar el diálogo con los empresarios, generaría una “masacre laboral” al no haber como sostener nóminas, ni resolver de fondo las necesidades de los trabajadores. Por ende, desincentiva el crecimiento y la generación de empresa. Engaña, es manipulable y somete a la ciudadanía a validar cuestiones de no abordan con profundidad las reformas necesarias para el país.

Quedan varias lecciones. Primero, la importancia de preservar la institucionalidad, sus roles y competencias. Es el Congreso el órgano encargado de aprobar las reformas y no las calles. Debe prevalecer el modelo de democracia representativa establecido en la Constitución, como el mecanismo colegiado, de discusión jurídica y técnica para tomar decisiones cruciales y no mecanismos directos que ponen al frágil pueblo, fácilmente influenciable a aprobar temas críticos que comprometen la sostenibilidad económica del país.

La democracia directa no debe ser vista como un atajo para obtener respuestas rápidas a problemas complejos, sino como un instrumento que debe usarse con mucha cautela y solo en casos en los que exista un claro consenso social y político. La polarización que el gobierno promovió para llegar al poder, les pasa cuenta de cobro: destruyó la confianza y en estos momentos, no permite crear ambiente para ninguna reforma.

Segundo, tampoco se puede intentar manipular la Fuerza Pública por intereses políticos. Preocupan los llamamientos a movilizaciones populares, que por su mensaje, parecen más la apología a insurrecciones urbanas. Ahora, usufructuar la condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas para “ordenar” por redes, no hacer uso de la fuerza es muy grave. Es promover que omitan el cumplimiento de la Constitución y la Ley, cuando producto de la protesta violenta, se afecte la vida, integridad y bienes de los colombianos.

Pese al debilitamiento, presiones y politización a la que ha sido sometida la Fuerza Pública, esta ha sido persistente en el cumplimiento de la ley, en conservar su doctrina y su mandato, que no es otro que defender el orden constitucional, proteger a la población y garantizar el ejercicio de derechos y libertades públicas.

Tercero, urge una reflexión en las formas de la política. El deplorable espectáculo de ministros de gabinete insultando, empujando y amenazando a los congresistas, es un pésimo ejemplo para los electores, incluso, para las nuevas generaciones que aspiran una transformación del país basada en el respeto, el debate argumentativo y propositivo, y la acción emprendedora. En democracia no puede haber lugar para malos perdedores y convenientes ganadores.

Como bien señaló el exministro José Manuel Restrepo, el reto de Colombia es encontrar un balance entre la participación popular y el respeto por las instituciones representativas. Las decisiones que afectan el futuro del país no deben ser tomadas de manera apresurada ni populista, sino con la reflexión y el análisis necesarios para garantizar que las reformas realmente beneficien a todos los colombianos. Hay esperanza.

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