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Analistas 12/12/2023

COP Chella

Carolina Rojas Gómez
Executive Master of Management in Energy Norwegian Business School

Coachella es un festival al que todos quienes somos aficionados a la música y a los festivales aspiramos ir algún día. Pero para realizarlo no solo basta con tener los recursos para hacer el viaje, lo más importante es lograr conseguir los exclusivos pases a este evento de seis días distribuidos en dos fines de semana.

Este festival que se realiza cada año en un desierto de California, moviliza a más de 250.000 personas de todo el mundo y es una cita obligada del jet-set de Hollywood, élite mundial, modelos, artistas, cantantes, y algunos parroquianos con suerte que logran participar en uno de los eventos más “instagrameables” del año.

Podría decirse que más que un festival de música, es una plataforma para ver y ser visto, generar contenido en redes sociales que logre generar likes e interacciones; pero sobre todo, Coachella se ha convertido en un espacio de encuentro de un grupo de gente, una tribu con intereses comunes entre sí, pero muy distintos a los de la que inspiró su nombre.

Me perdonarán los aficionados a las COP, pero en esta semana y media de noticias que llegan desde Dubái, me pareció inevitable hacer la comparación entre estos dos eventos. Si bien en ningún momento es mi intención banalizar el propósito que en principio tenían las Conferencias de las Partes (de donde viene el nombre COP), sí pretendo reflexionar sobre lo que se han convertido.

Por las partes, se refiere a los países que han ratificado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la cual rige la gobernanza climática global desde 1994. Las COP son el escenario deliberativo en donde estas acuerdan, mediante un complejo proceso de negociación y de decisión por consenso, las metas para hacerle frente a la crisis climática.

La primera COP1, se llevó a cabo en 1995 en la ciudad de Berlín, con la entonces ministra alemana de Medio Ambiente Ángela Merkel de anfitriona, y, la COP más emblemática ha sido la COP21 en donde como resultado se dio el Acuerdo de París, el cual es hoy el referente de objetivos climáticos para los distintos países. 28 años después de Berlín, según informa la agencia de noticias Reuters, los inscritos a la COP28 son 84.000, y yo me cuestiono ¿cuál es la huella de carbono de un evento de esta magnitud que lo que busca es precisamente buscar soluciones para frenar, mitigar, y luchar contra el cambio climático?

Pabellones enormes de países, ferias temáticas, cocteles sociales, conferencias alternas, fotos en redes sociales, asistentes con ropa cuidadosamente escogida, jets privados, jet set político, climático y ambiental. Redes sociales inundadas con fotos de asistentes, gobernantes posando con celebridades, celebridades posando con activistas.

¿Es realmente necesaria esa puesta en escena y el desplazamiento de casi el equivalente a la población de un pequeño pueblo hasta un país lejano? Algunos dicen que esa puesta en escena sí lo es para masificar el mensaje. Incluso si estuviéramos de acuerdo con esto, ¡siguen sobrando por lo menos 70.000 personas!

Lo cierto es que, en la sociedad del entretenimiento, en donde todo tiende a convertirse en show, hay que tener cuidado en no desdibujar lo que en principio tiene una buena intención, las COP, no deben convertirse en una Coachella ambiental; que no se pierda lo esencial en las conversaciones sobre cambio climático, ambiente y energía.

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