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Analistas 01/02/2022

Petroproteccionismo

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Es como una pesadilla que nos retrotrae a los años 60. El candidato Petro trae como gran propuesta de campaña una política Cepalina que promueve la producción sobre la base de aranceles y aislamiento del resto del mundo. Como en las épocas de Carlos Lleras y Raúl Prevish, el candidato trae como propuesta novedosa la sustitución de importaciones una fórmula que fracasó entonces cuando el mundo no estaba tan globalizado y que a la luz del siglo XXI parece reaccionaria, retardataria y arcaica. Cuando creíamos que el candidato de la Colombia Humana traería propuestas novedosas y revolucionarias para la economía, más aún cuando anunció a cuatro vientos que contaba con la asesoría de Thomas Piketty, ha salido el señor Petro con fórmulas desgastadas y fallidas.

A la luz de estas propuestas, parece un contrasentido que Petro sea graduado en economía. Tal vez no asistió a las clases sobre el señor Adam Smith, padre de la economía moderna, ni a las subsiguiente que recorrieron el pensamiento de David Ricardo. Estos dos pilares del pensamiento moderno sostenían, como ya es de dominio público, que si alguien es mejor en producir algo de manera más eficiente que uno, es mejor comprarle a este productor que producirlo, ya que al hacerlo se está beneficiando de la eficiencia productiva del proveedor. Esa sencilla verdad es cierta también en el comercio internacional. En otros términos, Colombia no le compra productos al resto del mundo para perjudicar la producción nacional, sino para beneficiar a la población con productos que se pueden ofrecer a mejor precio.

Tampoco debió caer en manos del economista Petro los textos de Paul Krugman donde refuta la absurda idea de que el comercio exterior es un ejercicio de suma cero en el que exporta gana y el que importa pierde de manera tal que todas las ganancias que en el mundo se generan por las exportaciones son iguales a todas las pérdidas que sufren los países que importan.

Muy por el contrario, si se revisan los sencillos mapas que se encuentran en las páginas de la OMC se encuentra que existe una alta correlación entre países con mayores ingresos y que tienen aranceles bajos y, por supuesto, grandes volúmenes de comercio internacional y entre países más pobres y altos niveles de protección que conllevan bajos niveles de comercio exterior. La razón es sencillamente que el intercambio comercial genera riqueza porque los países acaban beneficiándose de las eficiencias de sus socios comerciales.

Si Colombia cierra sus fronteras al comercio mediante altos aranceles recibirá el mismo tratamiento de sus socios comerciales y se verían afectados los miles de empleos que generan las exportaciones, que no son solo las de petróleo, sino gran cantidad de bienes y servicios que van desde el amado aguacate, pasando por la flores y gran variedad de productos industriales entre los que se destaca la industria de plásticos.

El gran argumento es que el país importa mas de 12 millones de toneladas de alimentos que podría producirlos localmente. Si bien es cierto que importamos ese volumen, allí está el trigo con que hacemos el pan y el cual no producimos y tortas alimenticias para animales que ha permitido el gran crecimiento de la industria de los pollos y las ganaderías porcina y vacuna.

La propuesta de subir los aranceles para defender la producción nacional no es más que un lamento populista que de llevarse a cabo traería nefastas consecuencias.

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