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Analistas 11/10/2022

Inflación o recesión

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Más allá de la inoportuna queja del Presidente por el incremento en las tasas de interés por parte del Banco de la República que genera inquietudes respecto al respeto por la necesaria independencia del banco, existe un debate alrededor de conveniencia de seguir incrementando las tasas de interés a sabiendas que esta medida desacelera la economía.

La lógica que existe detrás de los aumentos en las tasas es que con ello se restringe la demanda y una caída en la demanda necesariamente impacta los precios a la baja. Los críticos de esta política argumentan que estamos frente a una inflación de oferta, o sea que no se trata de que la demanda esté desbocada, sino que factores relacionados con los precios de los combustible e insumos agrícolas resultantes de la guerra de Ucrania, están impulsando el alza de los precios, y que mitigar la demanda causa es una recesión y que esos factores seguirán empujando los precios.

Ante todo es necesario enfatizar lo que todo el mundo sabe; la inflación es el impuesto más macabro sobre las personas de menores ingresos ya que mientras los productores pueden ajustar sus precios a diario si es necesario, los asalariados solo reajustan sus ingresos una ves al año. Pensemos que el aumento del salario que en 2022 fue de 10% ya se lo comió la inflación que esta rondando 12%. Es decir que el poder adquisitivo del salario hoy es menor que a principios de año. Eso es más dramático si se tiene en cuenta que el aumento de precios en la canasta familiar y los servicios públicos supera 20%. Dicho esto, es también necesario reconocer que una caída en la economía impacta el empleo y a menor empleo mayor pobreza. No importa cual lado de la ecuación se tome o de que lado se ubique uno, siempre se enfrentará con el hecho que en el corto y mediano plazo (próximos tres años) lo sectores de menores ingresos y más vulnerables van a estar altamente afectados.

La ortodoxia de la política monetaria establece que el crecimiento de la base monetaria lleva consigo aumento de los niveles de precios. Siendo esto así la formula de altas tasas de interés no va a funcionar si paralelamente no hay restricción monetaria y según se deduce del programa de gobierno no será factible que ello se sucede. Paralelamente al aumento de las tasas se requiere balancear el gasto público, que no es otra cosa que el gobierno no gaste más de lo que recoge. Esto es particularmente importante en un país que como Colombia tiene altísimos niveles de endeudamiento y que por su calificación de riesgo y la situación internacional paga altas tasas de interés por sus créditos.

Cierto es que el gobierno recaudará, según informa el ministro Ocampo, $21 o $22 billones adicionales resultado de la reforma tributaria, pero como ha anunciado eso va a pagar programas sociales del gobierno y no ha reducir el déficit fiscal que, como también ha anunciado el ministro se financiará con deuda externa que implica más dinero en el mercado y mayor inflación. Es más se pregunta uno si ese recaudo alcanzará para comprar tres millones de hectáreas, pensionar a la tercera edad, darles sueldo a las madres cabeza de hogar, postergar el aumento el precio de combustibles y demás promesas que se han hechos en estos dos meses.
El Presidente tiene razón en que el aumento en las tasas no necesariamente atajará la inflación, pero no por las razones que el esgrime sino por el manejo de las finanzas públicas que implican enormes subsidios.

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