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Analistas 09/12/2016

¿Cuáles instituciones?

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales
La República Más
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Alabadas sean nuestras instituciones centenarias y solidas como la Roca de Gibraltar. Sobre su firmeza se yergue nuestra sociedad justa, igualitaria y pacífica. O al menos eso quieren creer los que viven en esa mentira eterna que se cacarea a cuatro vientos y que sinceramente creen que Colombia es un “país de instituciones” ¡O tal vez sí lo sea!

El premio Nobel de economía Peter North obtuvo ese galardón precisamente por su contribución al pensamiento económico en el sentido que la fortaleza de las instituciones son pieza fundamental del desarrollo económico y del bienestar de la población de un país. El concepto de North va más allá de lo que normalmente entendemos por instituciones y por ellas entiende “las reglas de juego” con las cuales se organiza una sociedad en todos los campos. No hay duda que aquellas que nosotros tenemos por instituciones lo son, pues son el marco legal, administrativo y normativo de esas reglas de juego, pero a aquellas debemos adicionar lo que North llama las instituciones  no formales; las reglas de juego no escritas. 

Existen dos verdades generalmente creídas por los colombianos y que sin embargo son antagónicas. Lo primero es que creemos que la existencia de una institución es la vía para la solución de un problema que aqueja a la comunidad. Esa institución puede ser una ley, un instituto o cualquier normativa. Pionero en esta vía fue el expresidente Carlos Lleras Restrepo que creó un instituto para cada problema. Instituto de la Reforma Agraria para resolver los problemas del campo, Instituto para el Desarrollo Urbano, Colcultura para el desarrollo de la cultura y Colciencias para el desarrollo de las ciencia, entre otros. Que como resultado de ello se haya dado una reforma agraria o no, o que haya habido avances notorios en la cultura y la ciencia poco importa…lo importante son las instituciones!!!. O la ley, y baste mencionar el Ministerio del Medio Ambiente ya que desde su creación hemos visto deteriorarse notoriamente el medio ambiente.

La otra verdad creída es que “hecha la norma, hecha la trampa” y eso no refleja otra cosa que el enorme abismo que existe entre las instituciones formales y aquellas no formales. Son comunes los chistes que reflejan esa concepción. Lo es el muy trillado de “Esa Ley aquí no pegó” y el reiterado de “Doctor llegó la comisión de la Contraloría, a lo cual responde el funcionario, que me la consignen en mi cuenta”. Porque “una cosa es lo que piensa el burro y otra el que lo apareja”, dice el refrán, y eso es lo que pasa. 

Una cosa, por ejemplo, es lo  que en la “formalidad” representa el Congreso de la República y otra diferente lo que de ella hacen los congresistas. Mientras en el mundo de lo formal esta es una institución que representa al pueblo y a las regiones y decide las “reglas de juego” con las cuales convive la sociedad, en la institucionalidad informal a ella se llega para participar en el presupuesto (mermelada) para ejercer poder local y probablemente enriquecerse, con contadas excepciones.

Esa batalla entre las instituciones formales y las informales la están perdiendo desafortunadamente, las formales. Con mayor frecuencia priman las “instituciones” de la mordida, del acomode, del contubernio para manejo en beneficio propio o político, y con menor frecuencia prevalecen las buenas intenciones que quedan escritas en la constitución de las instituciones formales. Una evidencia de que prima lo informal es que se apruebe una reforma a la máxima de las instituciones que es la Constitución Política del país mediante una proposición, como se hizo con la ratificación del acuerdo con las Farc. 
 

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