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Según el diccionario de la Real Academia Española, RAE, la palabra cónclave tiene varias acepciones una de las cuales es “junta o congreso de personas para tratar algún asunto” y eso fue para lo que en días pasados convocó el presidente Petro a sus ministros, directores y altos funcionarios del Gobierno. La cuestión que genera intriga y dudas es saber cuál fue el asunto que se trató en esa reunión.
Se informó a través de los medios y mediante declaración de la superministra Laurita Sarabia que el asunto a tratar era alinear a los funcionarios para que en los 18 meses restantes de Gobierno se lograran alcanzar las metas propuestas para el gran cambio social. Para ponerlo en otros términos se trató de una reunión de planeación estratégica para definir acciones y responsables, pero es a todas luces claro que la eficiencia de sus ministros en el manejo y ejecución de sus carteras no era el propósito que animaba al Gobierno a estas alturas del partido.
Como imitando las propuestas de Curtis Yarvin, el estadounidense que propone que la dirección del estado este en cabeza de un CEO con plenos poderes, en una especie de dictadura tecnócrata, se convocó el famoso cónclave. Pero es claro que, si bien Petro quiere ejercer a manera de Yarvin el poder absoluto, la reunión o conclave no podía tener el propósito que se anunció dado que ni el Presidente tiene la formación ni la visión gerencial que el ejercicio requería ni los partícipes tenían intención alguna de ponerse una agenda administrativa.
Lo primero que salta a la vista es que no se hace una reunión de planeación estratégica con los gerentes que están próximos a renunciar, menos aún si son los gerentes que manejan las áreas claves de la organización. Es el caso del ministro Cristo, cuyo deber es manejar una delicada relación con el Congreso para tratar de apuntalar los proyectos de ley claves, cuando se sabe que aspira a la Presidencia y tendrá que salir del gabinete en marzo. Igualmente es el caso del canciller Murillo que aspira ser el segundo Presidente afrodescendiente en la historia de Colombia y el de muchos otros ministros que aspiran a entrar al congreso, como los de salud y educación.
¿Qué es lo que sí se hace en una reunión con los ministros que salen del gabinete a hacer política? ¡Pues política! Y no es otro asunto que la búsqueda de la fórmula que permita prolongar en el poder al movimiento que lidera el presidente otros cuatro años y más allá. Eso se hizo evidente cuando, después de muchas especulaciones sobre cambios de caras en los carros oficiales, el único paganini fue el director de la Dian a quien se le pidió la renuncia por no recaudar los fondos necesarios para que el Gobierno tenga el músculo financiero para garantizar el triunfo mediante un gasto público irresponsable como el que se ha venido haciendo y que ha llevado a una crisis fiscal.
El famoso cónclave no fue más que la oficialización del inicio de la próxima campaña por la Presidencia y el anuncio de que el aparato del Estado estará en función de ese propósito.
Se equivoca de estrategia el Gobierno ya que no es mediante el discurso y la publicidad sobre los logros del Gobierno que se garantiza la permanencia en el poder, sino mediante la gestión eficiente que garantice la salud a todos los colombianos y el asumir responsablemente la debacle que está ocurriendo con los grupos alzados en armas, que en la última semana han provocado el desplazamiento de más de 20.000 habitantes.