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Analistas 24/05/2017

Proporcionalidad

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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Se dice que no se pueden pedir soluciones a los problemas dentro de la misma lógica que los ha creado. Ello implica una manera de entender un problema como efecto no deseado pero inevitable en un sistema y una perspectiva analítica que acepta la existencia de “externalidades” y “sumideros” para los efectos no deseados de cualquier proceso. Cuando aplicamos esta manera de ver las cosas a la situación ambiental planetaria resulta sinónimo de una condena, pues a esta escala toda alternativa debe provenir de una reorganización interna de los componentes y relaciones ecológicas y sociales: solo hay un planeta, por el momento.

Una de las corrientes de pensamiento que promueve una visión ambiental optimista descansa en la capacidad de innovación tecnológica e institucional de las sociedades humanas. Una nueva revolución en los modos de producción y en las formas de organizarla, en la cual la biodiversidad tiene un protagonismo diferente, si se consideran igualmente importantes el “cómo” y el “dónde”, preguntas centrales para las decisiones de transformación ambiental: cómo sembrar palma de aceite, dónde sembrarla, cómo hacer minería, “pero no así”.

Las decisiones ambientales contemporáneas, si están basadas en lemas de “lo pequeño es hermoso”, parecieran ser más sensibles a las cualidades de lo vivo, un sesgo propio de la escala en la cual operan nuestros cuerpos humanos, un sesgo que nos hace desconfiar de las grandes obras de ingeniería, por ejemplo, como si las especies biológicas no constituyeran entidades agregadas de suficiente envergadura para requerir instancias equivalentes de tecnología y de gobierno. La proporcionalidad es un principio de acción de la política ambiental que hace necesario que los actores sociales entiendan que para administrar un río se requiere una nación.

Las perspectivas de crecimiento poblacional y las cifras de demanda mínima de servicios de los ecosistemas nos obligan a asumir la gestión ambiental en las escalas adecuadas, a las cuales se llega por la doble vía de la agregación de fenómenos particulares (bottom up, llaman) y de desagregación de totalidades (top down, también). Al considerar ambos procesos la conexión entre lo particular y lo general no es lineal: aparecen discontinuidades y propiedades emergentes indispensables para la adaptación. Transitar de lo local a lo nacional construyendo país implica construir mecanismos para que los resultados de este proceso retroalimenten las lógicas locales con legitimidad. La proporcionalidad también implica una revisión de la normativa que emerge desde la Constitución y sus entornos de aplicación: resolver los cuellos de botella de un sistema nacional de áreas protegidas desde la gestión de los guardaparques es inútil, así sobre la buena voluntad. Los Parques Nacionales, casi 14 % del territorio colombiano, constituyen una nación en sí mismos.  

Hay que pensar en términos de proporcionalidad para los mecanismos de consulta y las estrategias de participación dentro del juego de las decisiones ecológicas y sociales de un país, que se replican a escala global: los mecanismos de planeación y participación convencionales no parecen estar dando los resultados esperados. A pesar de esta evidencia, patente en el incumplimiento global de la casi totalidad de las metas del Convenio de Biodiversidad, la conectividad entre escalas está llena de eslabones de cristal.

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