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Analistas 06/08/2015

Escenarios ambientales

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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Dentro de mis películas favoritas figuran “Blade Runner” y “Mad Max” (las originales) por la plausibilidad con la que presentan una situación de futuro con la que podemos conectar a partir de información y experiencias del presente. Tanto los avances de la genética como los conflictos derivados de la competencia energética se constituyen en inspiración para relatos donde una situación extraordinariamente anómala se convierte en lo normal, lo cotidiano.

La imaginación cinematográfica nos ayuda a liberarnos de las cadenas del “statu quo”, en la medida que propone situaciones alternativas que requerirían un gran esfuerzo por parte de nuestro cerebro, adicto a la coherencia: ese es el papel del arte como esencia de lo humano, al proponernos la ruptura como método. Ninguna otra especie viviente, que sepamos, es capaz de cuestionarse radicalmente la naturaleza de su propia existencia, así como no es capaz de detectar patrones de oportunidad o amenaza por fuera de su configuración cognitiva. Por ese motivo, uno de los recursos más interesantes de las civilizaciones es la construcción de escenarios, en donde se combinan datos e información de procesos o tendencias empíricamente observados con preguntas hipotéticas, incluso extremas, que permiten explorar estéticamente opciones y trayectorias del porvenir.

En el mundo contemporáneo merecen especial atención los escenarios ambientales en los que eventualmente tenga que desenvolverse la humanidad en las próximas generaciones. La creciente variabilidad climática, con sus graves efectos, es el campo en donde se han consolidado las mejores proyecciones, donde se hace más evidente la dificultad de gobernar la adaptación: la respuesta de las instituciones al cambio ha sido tardía, vista en perspectiva histórica y el colapso de numerosas civilizaciones así lo atestigua. La razón, la escasa plasticidad de las sociedades, instalada deliberadamente en sistemas educativos diseñados para mantener el statu quo, bajo la falsa perspectiva de que ello solidifica los proyectos culturales.

La poca disponibilidad y el mal uso de la información ambiental por parte de activistas, empresarios y gobernantes tampoco facilitan la construcción de una cultura de la adaptación al cambio climático, propósito explícito del Plan de Desarrollo que se beneficiaría si contara con escenarios consensuados, donde se acude a datos, información y conocimiento robustos, accesibles a todos, vinculados con la acción con un vocabulario de niveles de certidumbre, riesgo y plausibilidad. La oportunidad de simular mentalmente el futuro, anticipar sin predecir y abrirnos a todas las posibilidades sin prejuicio ni temor jurídico proviene de la capacidad que nos llevó a constituirnos en Homo sapiens pasando de la evolución biológica a la cultural, así  la tendencia inercial predomine como un reflejo automático: la separata publicada hace poco en este mismo diario, con perspectivas económicas a 50 años, era de una ingenuidad enternecedora, casi tanto como la falsa tranquilidad del calentamiento “promedio” con el que se pretende inyectar parsimonia en el caos climático. También los escenarios electorales que dependen de maquinarias y clientelas construyen la ilusión de continuidad y estabilidad y son cáncer fatal de la adaptación: buscan perpetuarse sin que pase nada y anquilosan el sistema institucional. Pero por eso mismo no hay que envidiar a quienes creen poder gobernar  en medio del colapso ambiental. Y no lo digo solo por Santa Marta.
 

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