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Analistas 01/08/2022

Enterrar carbono

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

En los últimos años han aparecido numerosas propuestas para extraer carbono de la atmósfera, con el fin de retrasar o moderar los efectos del calentamiento global. Existe la opción de capturar dióxido de carbono de manera mecánica, concentrarlo de manera química e inyectarlo en el subsuelo utilizando las mismas tecnologías del sector petrolero, pero a la inversa. Empresas en Europa y Estados Unidos ya ofrecen este servicio y anuncian capacidades de captura equivalentes al esfuerzo de sembrar 40 millones de árboles por año, a costos que alcanzan los US$100= por tonelada, muy superiores a los US$7= estimados con bosque, pero en rápido declive dadas las economías de escala, las garantías tecnológicas y la facilidad administrativa del proceso (https://www.terraformation.com/blog/ the-carbon-removal-xprize-winner-will-have-to-beat-7-per-ton).

En la competencia creciente de soluciones al exceso de emisiones Colombia arriesga quedarse atrás nuevamente si no valora y desarrolla adecuada y competitivamente sus oportunidades. La principal, el restablecimiento de 20 o 30 millones de hectáreas de nuevos bosques o selvas, que tiene todos los efectos positivos colaterales de la restauración y la construcción de sostenibilidad basada en la biodiversidad y modos de producción adaptados a la condición ecológica de unas selvas que deberían volver a dominar gran parte del territorio nacional, pero esta vez diseñadas: necesitamos una mezcla adecuada de espacios silvestres que garanticen la continuidad de los procesos genéticos de adaptación y otros servicios ecosistémicos, junto con plantaciones forestales maderables, palmas oleaginosas, frutales, caucho y otros desarrollos forestales.

Otro mecanismo menos conocido para capturar carbono es el enriquecimiento de suelos mediante la labranza mínima y la agricultura regenerativa, las cuales tienen el potencial de fijar, en regiones como la altillanura del Vichada, hasta 30 T/ha (los primeros años). Esta captura se produce como resultado del crecimiento de la biomasa radicular de pasturas, forrajes leguminosos o cultivos de ciclo corto utilizados inicialmente como abono verde. La ventaja competitiva del sistema proviene de la posibilidad de crear e incorporar suelos con bajísima productividad a la producción agroalimentaria con ecotecnologías desarrolladas por Agrosavia y algunas empresas en la Orinoquia colombiana. El bajísimo costo de la captura hace que la actividad sea muy rentable incluso con pagos menores a los siete dólares estimados para los bosques.

La agricultura regenerativa, además de su apuesta por la salud de los suelos, promueve el uso restringido y reemplazo de compuestos tóxicos usados en la producción de alimentos, forrajes y materias primas para la bioeconomía. Si se combina con una forestería innovadora y un manejo cuidadoso de los cuerpos de agua, que son los componentes más vulnerables de las transformaciones del ciclo de nutrientes en los ecosistemas terrestres, es muy posible construir paisajes agroforestales y anfibios carbono negativos, es decir, que capturan más CO2 del que emiten, una de las más llamativas “soluciones basadas en la naturaleza”. Colombia tiene cómo financiar su bioeconomía sin pensar en gastos adicionales, si logra movilizar las capacidades institucionales regionales, el crédito y la asistencia técnica para esta transformación, un bonito reto y oportunidad para dar cumplimiento a los acuerdos de desarrollo rural sostenible donde caben comunidades campesinas, pueblos indígenas y empresarios de todo tamaño. Enterrar carbono es un buen pagamento con la madre tierra.

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