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Analistas 01/02/2022

Camino a Cero

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Deliberadamente pongo el Cero con mayúscula para comentar el libro del presidente Iván Duque acerca de su política de cambio climático, pues el compromiso de un país con la carbononeutralidad no es poca cosa, así Colombia no sea parte del dolor de cabeza planetario por sus emisiones directas. La presentación se hizo en la sede del Instituto Humboldt en los cerros orientales de Bogotá, donde hace 10 años se inició el experimento de reemplazo de árboles de eucalipto por vegetación nativa, en un intento por recuperar la biodiversidad local que demostró lo difícil, si no imposible, que es hacer cosas con la institucionalidad imperante: la ciencia no logra pasar los filtros de las oficinas jurídicas.

El libro es indispensable y bienvenido, la relevancia del tema hace obligatoria su lectura por amigos y opositores. Se lee rápido y fácil, y trata de manera transversal las implicaciones de una gestión climática de largo plazo que parecería estar cambiando la dinámica de todos los sectores de la producción en el país, algo que se pone de presente desde la primera sección y que va tratándose en mayor detalle a medida que se presentan algunas de las intervenciones del Gobierno actual para mostrar un camino de implementación, tortuoso. La abundancia de cifras y ejemplos en todos los casos, es nutritiva, pero heterogénea, coloquial para representar ejemplos sencillos para el lector, pero que muestran lo fragmentado y difícil que será producir números significativos a menos que la transversalidad predicada produzca una reforma completa del Estado, aún esquiva. El Presidente plantea una visión de largo plazo que aplaude la comunidad internacional, la narrativa es tan ejemplar como inevitable; pero donde las semillas que se han plantado aparecen demasiado dispersas, un picoteo acá, una esperanza allá, un dato suelto acullá. Los mapas, terribles e inútiles. La bibliografía, un estupendo compendio de documentos de política pública, normas y ciertas referencias a informes técnicos, donde sobresale el reconocimiento al DNP.

Lo más positivo, la agenda legislativa concertada para dirigir la gestión, especialmente de los bosques. Y la evidencia, entre líneas, de las inversiones totalmente insuficientes para mover el país en la dirección deseada, salvo en el sector energético, donde la transición avanza superando las expectativas; el mercado ayuda. El libro presenta el marco de las finanzas verdes y reconoce avances fiscales, pero la tarea para los ministros de Hacienda sigue ahí: sin un cambio significativo en los presupuestos de ciencia y tecnología, y de orientación en la educación, por ejemplo, las inversiones en innovación seguirán siendo un gesto y un gasto simbólico. Las nuevas áreas protegidas, maravillosas; la institucionalidad de conservación, medio varada, la historia se repite…

Camino a Cero demuestra que en Colombia hay una constelación de posibilidades de gestión, algunas con evidencia robusta, otras más pirotécnicas (los 180 millones de árboles), pero donde el mensaje de responsabilidad compartida subyace en todo momento: un gobierno solo, no puede. Tal vez ahí es donde el texto del presidente revela la cualidad más compleja de la política ambiental pendiente: un nuevo esquema de gobernanza, en un país que está en guerra contra sus pueblos indígenas, como demuestra la andanada del narcoterrorismo contra niños, líderes, autoridades y defensores de los territorios ancestrales, el punto donde la Nación y la decencia se están descosiendo.

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