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Analistas 07/04/2022

Velo de ignorancia

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

El aparato de propaganda y desinformación del Kremlin busca convencer al mundo que las atrocidades descubiertas este fin de semana en Bucha y otras poblaciones aledañas no fueron ejecutadas por su ejercito, sino hacen parte de una campaña de desprestigio orquestada por los países de Occidente para condenar a Rusia por genocidio y crímenes de guerra.

Putin lleva 40 días ejecutando una invasión ilegal en territorio ucraniano -sin éxito- y ahora pretende ‘defender lo indefendible’ y negar lo que varios medios vienen reportando en tiempo real. Desde el inicio ha tratado de justificar esta masacre con la tesis que esta ‘desnazificando’ a Ucrania y que fue la Otan quien lo forzó a esta guerra, cuando lo que busca es controlar el territorio donde estarían ubicadas las segundas reservas de gas natural más grandes de Europa, según el NYT.

En un mundo moderno interconectado, donde los medios de comunicación tradicionales se mezclan con redes sociales, portales de noticias, algoritmos, blogs, bodegas, bots, farmbots, memes y noticias falsas, el reto es aprender a no comer entero y a discernir entre la mentira, el cinismo y la realidad.

En Colombia -ad portas de una elección presidencial- no somos ajenos a estas estrategias y campañas de desinformación. Las campañas de Petro y Fajardo -al mejor estilo Putin-, tienen el cinismo en acusar de corrupto, narco o facho al candidato que les representa una mayor amenaza electoral, sin ver la paja en el propio. Los insultos, las acusaciones infundadas y los ataques personales se han vuelto el pan de cada día. Hablan de polarización, pero son los primeros en echar leña al fuego. Llevan 50 años incendiando al país y la responsabilidad es de los que respetamos la ley.

Sus ejércitos de bots -como el ruso- no dejan títere con cabeza. Cualquier persona con un celular se convierte en miembro de su ejercito de periodistas. Viralizan información sin corroboración alguna. Destruyen la reputación y buen nombre del que se les atraviesa y elevan denuncias y acusaciones, sin importar las consecuencias. En este mundo mediático de hoy, la responsabilidad social y la autorregulación no existe. Los limites de la ética y la independencia se perdieron. Los garantes del derecho a informar y ser informados, perdieron credibilidad e imparcialidad. El doble estándar que nos rige, no solo contribuye a la división y la polarización, sino hace imposible tener conversaciones civilizadas sin querer imponer su verdad.

Por eso, en este ambiente enrarecido y hostil, la prensa tradicional tiene una obligación moral. Informar de manera oportuna y objetiva sin caer en la inmediatez y la ligereza de las redes sociales, los ‘likes’ y las tendencias. Reportar y documentar sin tomar partido.

Para el electorado, analizar las propuestas de manera objetiva y desapasionada y tener el criterio para ‘no comer entero’. Contribuir a la discusión sin difundir noticias falsas que contribuyan al caos de la desinformación. Ejercer su derecho al voto de manera consciente y responsable.

Como sostenía John Rawls en su libro ‘La Teoría de la Justicia’, vamos a necesitar una especie de ‘velo de ignorancia’ que nos imprima una condición de imparcialidad, para así poder evaluar las propuestas de los candidatos y ver cuál es la más conveniente para el país, sin fanatismos, insultos o extremismos.

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