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Analistas 01/06/2023

Quid Pro Quo

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Siempre me he preguntado qué tienen en común Gustavo Petro y Juan Manuel Santos. A pesar de sus diferencias sociales, han logrado una alianza política sin precedentes que les ha permitido pasar por encima de cualquiera. Muchos dirán que es su obsesión por la paz. Otros, que es su odio compartido por el expresidente Uribe y su mutuo interés por verlo algún día tras las rejas. Los menos románticos -como yo- sabemos que es para satisfacer sus vanidades e intereses personales, y mantener un poder político que les garantice su permanencia en el poder. En plata blanca o como se diría en latín, es un Quid Pro Quo. Un acuerdo pragmático mas no programático, donde cada uno se beneficia del otro, mejor conocido en las altas lides de gobierno como el ‘CVY’, ‘como voy yo’ o el miti-miti.

Para Petro, un mandatario desprestigiado y con visos dictatoriales, implica mantener viva su coalición de gobierno con el fin de lograr una serie de reformas progresistas, que para muchos es volver al pasado. Una serie de proyectos de ley encaminados a demoler la calidad de vida de los colombianos y destruir lo que funciona.

Para Santos, tahúr de grandes plazas, es el acuerdo que le permite mantener viable su candidatura para secretario general de las Naciones Unidas. Así como lo hizo en el 2016 con el acuerdo de paz de la Habana y el plebiscito donde lo derrotó el ‘No’, su habilidad es perder y salir victorioso, como hiciera con el nobel. Siempre ha tenido la habilidad de tirar la piedra y esconder la mano. Dice no tener cuotas en este gobierno y de no controlar al partido de la U, pero en últimas fue quien logró lanzarle un salvavidas a Petro para mantener a flote sus reformas y su coalición de gobierno.

Lo triste es que a ninguno de los dos le importa la paz, el bienestar del pueblo, el cambio climático o cualquiera de las muletillas que dicen defender. Bajo su ‘negociado’ político están dispuestos a acabar con un sistema de salud que funciona. Patean la lonchera que los alimenta al querer cerrar la industria extractiva que financia la burocracia y las prebendas sociales que tanto prometen. Pero en realidad van tras los pasos de Evo Morales y ser ellos quienes terminan controlando y explotando el sector minero-energético para sus propios intereses. Y con el argumento de ‘quitarle a los ricos’ para beneficiar a los pobres, atacan al sector financiero y a la clase empresarial, que en últimas son quienes pagan impuestos, generan empleo, atraen inversión extranjera y llevan desarrollo a las regiones olvidas por el Estado.

Se aprovechan de esa mitad que votó por Petro, a quienes han logrado lavarles el cerebro con la narrativa que Colombia es el país más desigual del mundo. Que la guerra y las víctimas son producto de una clase dirigente en contra de unos pobres campesinos que llevan más de 50 años defendiéndose del Estado opresor. Y que el gran cambio social vendrá de la mano de una izquierda recalcitrante y resentida que nunca ha pagado un impuesto o generado un puesto de trabajo, en alianza con los mismos políticos corruptos que llevan décadas saqueando el presupuesto de la nación.

Ojalá el votante colombiano en los próximos comicios no sea tan ingenuo y entienda de una vez por todas que, a estos dos personajes, tristemente, los tiene sin cuidado el futuro del país.

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