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Analistas 30/05/2023

El comportamiento del populismo

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros
La República Más

El populismo es a un país lo que el cáncer es al cuerpo humano. Un país con un estado avanzado de populismo refleja síntomas como una inflación anual de 108%, la pérdida de 12.000 empresas en apenas tres años, un déficit fiscal de 4,6% del PIB y el deseo de 70% de sus jóvenes de irse del país, teniendo la inseguridad y la corrupción como sus principales motivos. Este no es un caso imaginario; es Argentina, el país más rico del mundo a finales del siglo XIX. A pesar de contar con una economía diversificada, una población moderada para su gran tamaño y una enorme disponibilidad de recursos naturales, su inviabilidad es consecuencia de los efectos de su principal producto de exportación, como lo califica su expresidente Mauricio Macri: el populismo.

Primero, al igual que el cáncer, el populismo empieza en un lugar y luego hace metástasis. En Colombia, el proyecto populista actual arrancó en el poder ejecutivo con medidas administrativas arbitrarias como el control de precios de la energía, el aumento aleatorio de aranceles, el subsidio al Soat y la purga en diversas entidades. Ahora va por la prestación de salud, la petrificación del empleo formal y la administración del ahorro pensional. El afán de estatizar la prestación de bienes y servicios y de regular indiscriminadamente lo demás, es el medio a través del cual el populismo persigue el totalitarismo. Como decía Hayek, “quien controla la vida económica, controla los medios para todos nuestros fines y, por consiguiente, decide cuáles de éstos han de ser satisfechos y cuáles no.”

Segundo, el populismo se nutre de lo sano para alimentar lo nocivo. Mientras las células malignas devoran los sistemas corporales a medida que avanza el cáncer, el populismo destruye países de diversas formas, tales como (i) generando un siempre creciente gasto estatal para nutrir las burocracias con las que se corroe y extorsiona a los sectores productivos, (ii) eliminando competencia desde la oferta y alternativas desde la demanda, al distorsionar sectores enteros con monopolios estatales o con regulaciones extractivas, (iii) normalizando la ineficiencia en la ejecución, exigiendo al aumento constante de impuestos y deuda, (iv) frenando la generación de empresa y de empleo al tornarla financieramente absurda e (v) incentivando la victimización de grupos identitarios y de ciudadanos como medio de subsistencia en lugar de promover su educación y empoderamiento.

Tercero, cuanto más avanza más daño hace, lo cual hace su recuperación incierta y dolorosa. A medida que avanza la pretensión de planificar y reglarlo todo, se corrompe el motor del progreso: las interacciones espontáneas entre distintos elementos como la propiedad privada, la transmisión consentida del dominio, el cumplimiento de compromisos, la expectativa de una utilidad, la competencia, la formación descentralizada de precios y la información dispersa. Argentina fracasó con Macri, en su breve interregno entre peronistas, en su intento de resetear a un país ya descompuesto por el populismo.

Colombia aún está a tiempo de frenar el avance de esta enfermedad terminal. Para ello, debemos detener su metástasis en nuestro ordenamiento jurídico. Si queremos retomar el camino del progreso, las reformas a la salud, al trabajo y a las pensiones deben hundirse o moderarse fuertemente. De lo contrario, el populismo continuará minando nuestras libertades económicas y, posteriormente, nuestras libertades básicas.

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