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Analistas 03/09/2022

Eureka

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

Los últimos años han sido pródigos y promisorios en materia de gas natural. El más reciente anuncio, por parte del Presidente de Ecopetrol, Felipe Bayón, del gran hallazgo de un nuevo yacimiento, Uchuva - 1, se viene a sumar a otros no menos importantes, tales como Gorgon - 1 (2017), que ahora se confirma como muy prometedor, Kronos (2015) y Orca - 1 (2014).

Se estima que la magnitud de las reservas de Uchuva - 1 es equivalente al actual volumen de reservas probadas, es decir que ampliaría el horizonte del coeficiente reservas/producción (R/P) otros 8 años más. Su localización es estratégica, porque está a solo 80 kilómetros de las dos Plataformas de Chuchupa, lo cual permitirá utilizar sus facilidades para poder extraer el gas y conectarse con la misma y así empalmar con el gasoducto Ballenas - Barrancabermeja y Ballenas - Cartagena para su transporte hasta los centros de consumo.

Aquí hagamos una digresión para destacar que el gas natural vehicular (GNV) reduce en 99% las emisiones de material particulado (PM2.5) y los óxidos de azufre y en 30% las emisiones de CO2, en comparación con la gasolina y el diésel-motor. Y en comparación con el uso del carbón, especialmente para la generación de energía, sus emisiones son menores entre un 50% y 60%. Según reciente Informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), “98% del gas que se consume hoy tiene una intensidad de emisiones de ciclo de vida más baja que el carbón cuando se usa para energía o calor. Entre 2008 y 2018 el cambio de carbón a gas alrededor de 500 millones de toneladas de CO2”.

El caso de EE.UU. es un ejemplo patético: sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) han disminuido 13% con respecto a 2007, al igual que en España, y la explicación primordial estriba en la sustitución del carbón por el uso del gas natural de los ciclos combinados en las centrales térmicas de generación impulsada por el ex presidente Barack Obama. En el año 2019, particularmente, las emisiones de CO2 se redujeron en una proporción de 15%.

Ello llevó a la Comisión Europea, liderada por Ursula von der Leyen, el pasado 2 de febrero, mucho antes de la invasión rusa a Ucrania a incluir y considerar al gas natural como actor “clave en la transición energética y lucha contra el cambio climático”. Según ella, esta decisión permitirá “abandonar más rápidamente actividades más contaminantes, como la generación de energía a partir del carbón; a favor de un futuro climáticamente neutro y basado de forma preponderante en fuentes renovables”, enfatizó.

El gas, “gracias a unas virtudes que le colocan en una situación relativa mejor que el carbón o el crudo, se sitúa como la fuente de energía más adecuada en la costosa transición hacia el mercado dominado por las renovables. Hasta cierto punto - sobre todo el GNL - garantiza la independencia energética y exhibe flexibilidad operativa para transformarse en electricidad. Los próximos quince años serán del gas”. Por algo el gas ha sido considerado el príncipe de los energéticos, llamado a ocupar el lugar del petróleo cuando este, que sigue siendo el rey, sea destronado.

La historia se repite, en la década del 70, cuando Colombia perdió la autosuficiencia petrolera y durante 10 años (1975-1985) tuvo que importar el crudo para cargar sus refinerías, se acababa de descubrir el mayor yacimiento de gas natural libre en La guajira (Ballena, Chuchupa y Riohacha), lo cual le permitió hacer más llevadera la crisis desatada, sustituyendo el consumo de fuel oil en sus plantas de generación de energía por gas natural, así como la gasolina-motor en los vehículos por gas natural, amén del masivo del uso del gas natural domiciliario. Hoy, gracias a estos anuncios, 10,5 millones de usuarios del gas en el país pueden respirar más tranquilos, puesto que de esta manera se espanta el fantasma de las importaciones para cubrir su déficit.

Estos descubrimientos refuerzan mi propuesta de montar en La Guajira una planta bidireccional, que permita la licuefacción de gas para exportarlo cuando tengamos excedentes y/o regasificarlo en la eventualidad de que tengamos que importarlo para cubrir un déficit temporal. Ello, en lugar de insistir, como lo hizo la administración Duque, en el embeleco de montar una planta regasificadora en Buenaventura solo para importarlo, con lo cual, de paso, se estaría desalentando y desincentivando la exploración y explotación del potencial de gas con el que contamos. Huelga decir que, debido a la actual coyuntura internacional la cotización del gas natural en los mercados internacionales está pegada al techo, superando los US$8 el Mnbtu.

Estos hallazgos ponen de manifiesto que los hidrocarburos solo se encuentran si se buscan y la inconveniencia de detener la actividad exploratoria a sabiendas de que las reservas con las que se cuenta, de 3,16 TPC, son muy precarias, pues solo garantizan la autosuficiencia por los próximos ocho años. Hay que recibir con beneficio de inventario el anuncio a través de los medios sobre el incremento de dichas reservas, las cuales, según la ANH pasaron de 2,9 TPC en 2020 a 3,1 TPC en 2021, incrementándose en 224 GPC netos, 6,6%. Si a esta cifra se le adiciona la producción reportada por la ANH el año anterior de 395 GPC, el total del aumento de las reservas fue aún mayor, de 619 GPC, para un incremento del 21% (¡!).

Pero, la real realidad es que al desagregar este último registro, al igual que ocurrió también con las mayores reservas reportadas de petróleo, solo 80 GPC corresponden a la incorporación de nuevas reservas por cuenta de descubrimientos o hallazgos. 211 GPC se deben a “reclasificaciones” de reservas contingentes a probadas, 202 GPC a “revisiones técnicas”, 62 GPC a “recobro mejorado” y 55 GPC al aumento de precios. Por ello, la euforia que despiertan las albricias, entonces, no nos pueden llevar a la autocomplacencia y a bajar la guardia, pues el fantasma de la importación de hidrocarburos (petróleo y gas natural) nos sigue rondando.

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