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A riesgo de asumir el papel de Casandra, me atrevo a plantear que si bien es cierto no hay razones objetivas para afirmar que estamos ad portas de un riesgo inminente de racionamiento del servicio de energía, como aconteció hace ya 30 años, sí estamos en presencia de un riesgo sistémico inminente de racionamiento. Me explico.
Es indubitable que en las últimas tres décadas se ha construido un sistema eléctrico sólido, que ha ganado en eficiencia, que cuenta con una matriz mucho más robusta y diversificada, amén de una regulación avanzada y moderna, producto de las lecciones aprendidas de la pesadilla del apagón que experimentó el país entre el 2 de marzo de 1992 hasta el 7 de febrero de 1993, que quedaron compendiadas en las leyes 142 y 143 de 1994. Ello le ha valido el reconocimiento a su matriz energética por parte del Consejo Mundial de Energía y al desempeño de su arquitectura por el Foro económico mundial.
Colombia se ufana de tener una matriz eléctrica limpia, dado que su capacidad instalada de generación (18.851,84 MW) es predominantemente hídrica (66%), pero éste que es un atributo que se pondera en su justa dimensión, constituye a su vez el talón de Aquiles del Sistema eléctrico, tornándolo muy vulnerable frente a los embates del Cambio climático, especialmente ante un fenómeno de El Niño, que ya está entre nosotros.
La exposición es mayor habida cuenta que de los 23 embalses que sirven a las hidroeléctricas en el país sólo uno de ellos, El Peñol, tiene capacidad de regulación anual, mientras 80% de ellos no supera los tres meses. Venimos de un fenómeno de La Niña que ha durado tres años, por ello resulta aventurado vaticinar la intensidad y duración de este Niño. Por ello resulta aventurado decir, como lo afirmó la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, que “no tenemos en este momento una alerta de racionamiento”.
Alejandro Lucio, gerente de Óptima Consultores y expresidente de Derivex, experto como el que más en el tema, conceptúa que “las cuentas están muy apretadas. Si me pregunta hoy y El Niño fuera en el segundo semestre y durara un par de meses, pues tenemos con qué aguantar porque el embalse tiene un buen nivel a pesar de que ha venido disminuyendo rápidamente. Pero si hablamos de un Niño que se prolonga, que sea largo, que haya una sequía larga, las cuentas están muy justas y yo no descartaría un racionamiento”.
A esta circunstancia, ya de por sí preocupante, se le viene a añadir el atraso de la ejecución de los proyectos contemplados en el Plan de expansión eléctrico. Como lo afirma Camilo Marulanda, presidente de Isagen, “el mercado colombiano de energía esperaba en el período 2018 - 2021 el ingreso de más de 4.000 MW de capacidad, representados en Hidroituango (2.400 MW) y los proyectos eólicos de La Guajira (2.000 MW). De esta capacidad (que representa casi 20% de la actual oferta), sólo han entrado en funcionamiento 600 MW de Hidroituango. La capacidad adicional de este proyecto, así como el ingreso de los proyectos eólicos, no ocurrirá antes de 2026”.
Lo propio puede afirmarse con respecto a los parques eólicos en La Guajira, con el agravante de que la demora en su entrada en operación impide su inserción en la matriz energética, sirviéndole de respaldo a las fuentes convencionales de energía hídrica y térmica y tornándola más resiliente frente al cambio climático, dada la propiedad contracíclica que caracteriza a la generación de energía eólica y solar. Y de contera, también se registran atrasos ostensibles en la ejecución de proyectos de transmisión, los cuales llevan al atrapamiento de energía generada que no se puede transportar.
Y hablando de la Oferta de energía en firme (OEF), según la presidenta de Asoenergía, Sandra Fonseca, la demanda promedio en el país en un día ordinario es de cerca de 222 Gwhd y sólo “hay en este momento, en términos de energía en firme en la oferta 225 Gwhd”, justo, a ras de bola y sin margen de maniobra. Se estima que, de entrar las otras dos unidades de Hidroituango aportarían 14 Gwhd adicionales para completar 239 Gwhd. Un detalle que no es menor es saber y constatar que esta central hidroeléctrica, cuando se concluya y opere a plena capacidad, será la mayor del país, podrá abastecer hasta 17% de la demanda, pero su embalse es pequeño y la misma prácticamente genera la energía a filo de agua del río Cauca. Por ello coincido con Sandra cuando afirma que el Sistema está en un “equilibrio inestable en el balance oferta - demanda existente”. Huelga decir que en el caso extremo, la OEF sólo podrá responder hasta un máximo de 65% de la demanda (¡!).
Esta estrechez de la oferta de energía ya le ha venido pasando la cuenta de cobro a los usuarios. Como lo afirma Sandra “la señal de precios muestra claramente que en la actualidad hay una escasez inminente y creciente en el balance eléctrico, es decir la necesidad de aumentar la disponibilidad de toda la infraestructura”. Este descalce entre la oferta limitada para satisfacer una demanda de energía creciente, que pasó de un crecimiento de 3,34% en 2022 a 5,24% actual, estresa el sistema y viene presionando al alza los precios de la energía en Bolsa y estos, a su vez, presionan al alza también las tarifas que paga el usuario final.
Finalmente, sin alarmismos, pero consciente del riesgo inminente del sistema y del sentido de la oportunidad para actuar diligentemente con miras a minimizarlo, me permito sugerir al Ministerio de Minas y Energía que, con el propósito de alejar el fantasma del racionamiento de energía y conjurar dicho riesgo, reactive y convoque a la mayor brevedad la Comisión Asesora de Coordinación y Seguimiento a la Situación Energética del país (Cacsse), integrado, además del Ministerio que lo preside, por ISA, la Creg, la Upme y el Consejo Nacional de Operaciones (CON), una especie de Puesto de Mando Unificado (PMU) del sector energético. La situación actual lo amerita.