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Analistas 09/05/2020

Al final del túnel

Alfonso Aza Jácome
Profesor de Inalde Business School
Analista LR

Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con Clara Rojas sobre las enseñanzas que le dejó el terrible secuestro que padeció por seis años, en la mitad de las selvas de Colombia y cómo se puede trasladar ese aprendizaje a la situación del confinamiento actual.

He de confesar que al comienzo de la conversación la comparación me pareció un tanto ingenua, pues lo que a ella le tocó pasar en manos de las Farc, es muchísimo peor que el confinamiento obligatorio. Sin embargo, la amabilidad y compresión de Clara fueron suficientes para acabar con mi inquietud y continuar con la entrevista. De manera que ahí van sus consejos:

En los momentos de aislamiento, soledad e incertidumbre aparece la angustia y el miedo. Durante esas situaciones sale lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros; así que, puede llegar a suceder que no reconozcamos nuestras propias reacciones. Todo eso nos permite comprender lo difícil que es conocerse, a pesar de que creíamos que ya lo sabíamos todo de nosotros mismos. Pero, así como en la playa la marea va y viene, sube y baja, en los momentos de “bajamar” es cuando nos reencontramos.

Por otra parte, no podemos asustarnos por las malas noticias. Es necesario aprender a manejar las emociones: evita estallar, intenta actuar con serenidad. Reaccionar con rabia solo empeora la situación. Hay que aceptar lo que no se puede manejar. En estas situaciones, el dolor es directamente proporcional al enfado. Quejarse no sirve de nada, quedarse llorando todo el día no arregla los problemas; no es más que un lamento estéril. En consecuencia, cuanto más calmado estés, habrá menos dolor.

A la vez, debemos entender que somos dueños del momento actual; vivimos el presente. No sabemos qué pasará mañana o la semana entrante. Aun así, debemos prepararnos para el futuro, para lo que se viene. Hay que trabajar activamente y aprovechar el tiempo en tareas constructivas e intentar tener la mente positiva. Es el momento para aprender cosas nuevas y para retomar las actividades que más nos gustan: cocinar, estudiar, leer... También hay que cuidar el cuerpo: hacer ejercicio, mantenerse aseado y con buen aspecto personal. Para todo eso, la rutina y el horario son importantes aliados.

Además, por la acumulación de días de encierro, puede haber dificultades en la convivencia. Ahora somos más sensibles porque estamos frente a una crisis. Hay que desdramatizar y quitar importancia a los pequeños roces cotidianos. Las cosas no siempre salen bien y a veces surgen problemas. Evita, sobre todo, terminar el día sin haber perdonado o pedido perdón.

Toma la iniciativa. No esperes. No te vayas a dormir con la rabia en el corazón. Hay que perdonar siempre. La clave para ser feliz radica en aprender a perdonar, incluso lo imperdonable. De esta manera se agranda el corazón y nos convertimos en mejores personas.

Pero, también, debemos cuidar los pequeños detalles en la convivencia: dar las gracias, decir por favor, saludar. Aunque sea en la mitad de un secuestro, dar los “buenos días” a los secuestradores cambia la percepción del encierro. Es el momento de reflexionar sobre todas las cosas buenas que tenemos, aunque sea un plato de arroz frío en la mitad de la selva.

Tarde o temprano todo terminará. Aparecerá la luz al final del túnel. Recobraremos la libertad y, algún día, nos preguntaremos: ¿Qué hice bien durante la cuarentena del coronavirus?

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