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Analistas 14/02/2016

Estancamiento secular

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Investments
La República Más
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El 17 de diciembre del 2015, la tasa de interés del bono de 10 años de EE.UU. rondaba el 2,3%. La Reserva Federal acababa de tomar la decisión de incrementar la tasa de interés de referencia en 25 puntos básicos, por primera vez desde el inicio de la crisis financiera internacional. Recuerdo que el 16 de diciembre por la mañana había publicado un trino donde pronosticaba que la tasa de interés de los bonos de 10 años iba a bajar 10 puntos básicos después de que se anunciara la decisión de política monetaria. Esa expectativa era totalmente contraria a la lógica de las cosas, porque, como sabrán muchos lectores, subir la tasa de interés de la Fed debería haber INCREMENTADO la tasa de interés que rendían los bonos a 10 años de EE.UU..

Mi apuesta no se cumplió, porque la tasa de interés del bono a 10 años de EE.UU. no bajó al instante de que se anunciara la decisión de la Fed. Lo que sí sucedió es que desde el día después la tasa del bono de 10 años comenzó a bajar, y básicamente no ha parado de bajar desde ese día. Hoy, casi dos meses después de la decisión, el bono a 10 años de EE.UU. está rindiendo apenas 1,70%, más de medio punto porcentual por debajo de lo que estaba rindiendo el activo cuando la Fed decidió subir sus tasas. ¿Qué pasó, se preguntará el lector? ¿Por qué la lógica del común no funcionó? Pues mirando la cosa en retrospectiva, sucedió lo que tenía que suceder. El mercado comenzó a pronosticar que el incremento de la tasa de interés de la Fed iba a poner a la economía de EE.UU. en una situación precaria, porque la economía no estaba lo suficientemente potente como para poder resistir los vientos en contra que se estaban gestando en el mundo emergente y en Europa.

Como lo he argumentado muchas veces en esta columna, los Estados Unidos de 2016 no son comparables con los Estados Unidos que existían de 1997. Ya no es posible argumentar que un problema económico en el mundo no tendrá ningún efecto sobre la economía de EE.UU.. Es claro que sí lo va a tener, porque a pesar de que la economía de EE.UU. sigue siendo una economía relativamente cerrada, los mercados financieros de EE.UU. son los más abiertos y eficientes del mundo.

Según los expertos en la materia, aproximadamente 50% de los ingresos de las compañías que componen el S&P 500 vienen del extranjero, y ese hecho es de gran relevancia para la estabilidad financiera de EE.UU. y del mundo en general. Todo lo que sucede en el mercado financiero de EE.UU. afecta el estado de ánimo del consumidor y de los empresarios de este país, y, seamos sinceros, de los inversores del mundo entero que miran al mercado estadounidense como un barómetro para estimar el nivel de aversión al riesgo que existe en un momento dado. Argumentar lo contrario es simplista, por no decir errado.

La Reserva Federal tiende a enfocarse en tres cosas para decidir el futuro de su política: las expectativas de inflación, la estabilidad financiera, y el mercado laboral. Cuando la Fed subió la tasa de interés en diciembre de 2015, la estabilidad financiera estaba en nivel aceptable, y el empleo continuaba creciendo muy bien. Eso sí, la inflación seguía de capa caída, siendo este factor el principal “factor negativo” del ambiente económico. Hoy la cosa es radicalmente diferente. La estabilidad financiera está en veremos, la inflación continúa peligrosamente baja, y el empleo mostró algo de desaceleración en enero. Mi conclusión: hasta acá llego el ciclo de ajuste monetario de la Fed, por lo menos por lo que resta de 2016.

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