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ALTA GERENCIA

¿Por qué nos cuesta ser felices?

lunes, 27 de octubre de 2014
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Ripe

Rachel llevaba días buscando ideas en Internet y preguntando a todos los amigos y familiares. Al final se juntó con un montón de propuestas: Valentino, Fonzie, Holden, Simba, Brandy Junior y Olivia Newton John (no me pregunten por qué). Ante todas estas ideas, al marido de Rachel lo único que se le ocurrió decir es «pongámosle Jimmy».

Según diversos estudios sobre la forma en la que la gente toma decisiones, hay dos formas básicas: los maximizadores a los que les gusta tomarse su tiempo y estudiar un sinfín de posibilidades antes de tomar una decisión y los satisfactores, que son rápidos y prefieren decantarse por una alternativa que cumpla con los criterios mínimos. «Los maximizadores son personas que buscan lo mejor de lo mejor. A los satisfactores les basta con que sea lo suficientemente bueno», explica Barry Schwartz, catedrático de psicología del Swarthmore College y autor de «La paradoja de la elección». Schwartz ha desarrollado un test de 3 niveles para evaluar el proceso de toma de decisiones de una persona. Cada declaración se puntúa sobre una escala de 1 (muy en desacuerdo) a 7 (muy de acuerdo). Cuanto mayor se la puntuación, más maximizadora será la persona.

La mayoría de las personas se sitúan en un término medio. Una persona puede maximizar con respecto a algunas decisiones y satisfacer en relación a otras.

En un estudio publicado en el año 2006 en la revista Psychological Science, el Dr. Dchwartz y varios colegas hicieron un seguimiento de 548 estudiantes en el último año de carrera de 11 escuelas que buscaban trabajo desde octubre hasta su graduación en junio.

En general, llegaron a la conclusión de que los maximizadores obtuvieron mejores empleos. Sus salarios iniciales fueron, de media, un 20% más altos que los de los satisfactores, pero resultó que estaban menos cómodos en sus trabajos.

«El maximizador se lamenta porque no puede examinar todas las opciones y llegado cierto punto tiene que decantarse por algo», señala el Dr. Schwartz. «Los maximizadores toman buenas decisiones y terminan lamentándolo. Los satisfactores toman buenas decisiones y se sienten bien».

El Dr. Schwartz asegura que no encontró ningún indicio que sugiera que bien los maximizadores o los satisfactores se equivoquen más a menudo. Los satisfactores también tienen el listón alto, pero son más felices que los maximizadores, afirma. Según su estudio, los maximizadores tienden a estar más deprimidos y a mostrarse menos satisfechos con la vida.

Cuanto mayor se es, menos probabilidades hay de ser un maximizador —lo que ayuda a explicar por qué la gente es más feliz a medida que envejece. «Una de las cosas que te enseña la vida es que ‘lo suficientemente bueno’ casi siempre basta», explica el Dr. Schwartz. «Aprendes que se puede obtener satisfacción de algo maravilloso, pero no resultados perfectos».

Según el Dr. Schwartz, no existe una mayor probabilidad de ser satisfactor o maximizador por el hecho de ser hombre o mujer, pero no ha investigado si la gente tiende a emparejarse con personas con un estilo de toma de decisiones similar u opuesto —o cómo toman decisiones con una pareja.

En su opinión, las personas con estilos opuestos hacen mejor pareja, ya que se complementan el uno al otro. «Si ambos son maximizadores, ninguno podrá rebatir lo valores del otro.

David Gerzof Richard toma decisiones rápidas y concluyentes. A su mujer, Brooke, le gusta analizar todas las opciones. La pareja explica que no aprendieron a tomar decisiones juntos hasta un episodio poco después de casarse al que se refieren como «el coche».

Richard, un profesor de márketing y ejecutivo de relaciones públicas de 39 años, decidió que la pareja necesitaba sustituir el coche viejo por otro nuevo. Tras buscar durante varios días, encontró una buena oferta para un Audi Q5 y lo reservó sin decírselo a su mujer.

«Sabía que si se lo comentaba a mi mujer la conversación se alargaría demasiado, y perderíamos la oferta», señala. «Así que pulsé el botón».

A su mujer no le gustó cuando se lo contó, y ante su persistencia, el matrimonio dedicó el fin de semana a probar otros cinco coches.

«Estaba enfadada porque pese a que el coche estaba muy bien, no dejaba de ser una decisión importante, y tendríamos que compartir el coche en el futuro cuando tuviéramos hijos», indica Brooke, diseñadora de muebles.

La pareja se quedó con el Q5 —Brooke coincidió en que seguía siendo la mejor opción—pero ambos aprendieron que sus estilos a la hora de tomar decisiones podían complementarse mutuamente.

«Su estilo nos permite tomar decisiones más deprisa y no perder oportunidades», comenta Brooke. «Y mi estilo garantiza que no nos olvidemos de tener en cuenta lo que es importante».

En la mayoría de los casos, la decisión la debería tomar el más interesado en el resultado, señala el Dr Schwartz. Eso no quiere decir que haya que dejar que el maximizador decida siempre.

Si la indecisión paraliza al maximizador, puede ser mejor que decida el satisfactor. Muchas parejas con distintas tendencias consideran bueno que decida la persona con estándares más altos —a menos que el satisfactor escoja algo que no se adecúe a los estándares del maximizador.

En cualquier caso, las parejas deberían hablar sobre la decisión e ir acotando las opciones. «Una vez que hayas reducido la lista según tu punto de vista, ¿qué más te da que escoja tu pareja, cuyo perfeccionismo es exagerado?» comenta el Dr. Schwartz.

Rob Ynes crea hojas de cálculo cuando va a tomar decisiones importantes. Su mujer, Mary Ellen, se enorgullece de poder decidir sobre la compra de un coche nuevo, el nombre de los hijos —«¡y hasta los zapatos!, dice— sin muchas deliberaciones.

«¡Lo veo, considero unas pocas opciones y ya está! —en pocos minutos la decisión está tomada», asegura Mary Ellen, de 50 años.

Cuando hace poco la pareja tuvo que reformar la cocina, trabajaron juntos en el diseño, pero surgió un contratiempo. Justo antes de instalar los azulejos del salpicadero, supieron que la piedra italiana que habían elegido se había agotado.

«Cundió el pánico», asegura Mary Ellen. Rob empezó a llamar a todas las tiendas y a buscar en Internet una réplica exacta de la piedra». Ynes, contable y director financiero de una compañía de productos de consumo, apunta que «en mi profesión he aprendido que tengo que tomar decisiones que superen la prueba del paso del tiempo. Es algo que me cuesta separar de mi vida personal».

Después de 48 horas, Mary Ellen miró varias muestras y rápidamente escogió una. «Tomada la decisión, es hora se seguir adelante», apunta. «Pienso que en situaciones como esta, el compromiso es el mejor abogado, y el más barato». Un día después, sin embargo, su marido encontró el azulejo que habían escogido en un principio. «Estoy dispuesto a dedicar más tiempo y a asegurarme de que sea algo con lo que realmente quiera vivir», asegura Ynes.

Con respecto al cachorro, mi sobrino de 6 años nos sugirió un nombre para acabar con la indecisión. «¡Llamémoslo Rayo McQueen!»

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