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ALTA GERENCIA

Innovación en la procasti-nación

martes, 28 de julio de 2015
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Rodrigo Ferro Ruiz

La innovación como tendencia gerencial nació en los años 80, lo que significa que, sin duda, nos llevan una gran ventaja quienes han estado trabajando décadas en gestión de innovación.

No es un secreto que en nuestro país las empresas promedio no están preparadas para innovar de manera real y sostenida. En parte por nuestra cultura procastinadora (de ahí el título de esta columna), pero también debido a que no se conocen algunos indicadores que permitan determinar qué tanto innova una organización.

Lo primero entonces es determinar qué alcance le quiere dar su empresa a la innovación. Conviene entonces preguntarse qué enfoque tiene la innovación dentro de su compañía, qué presupuesto tiene asignado y si existe o no acceso o implementación de nuevas tecnologías (valga decir que la innovación no depende solo de la tecnología, pero en esta era es casi imposible desprenderse de ella).

Siendo la innovación una herramienta de crecimiento empresarial que es gestionada por la gente -que a su vez es la quinta fuente de crecimiento empresarial-, lo que sigue es indagar sobre cómo se correlacionan estas dos variables en su empresa. Debería entonces estimar la inversión en capacitación especializada en innovación, determinar qué recurso humano destina su empresa a la gestión de innovación (en qué cantidad y qué calificación tiene) y finalmente establecer cómo la innovación impacta la estructura empresarial, es decir, cómo se enmarca en los procesos (si tiene área o función de innovación).

Por último, como lo que no se mide no existe (dicen algunos), la tarea es determinar qué impacto está teniendo esa innovación en su empresa. Aunque cada compañía es distinta por naturaleza, es de utilidad medir, por ejemplo, el incremento en las utilidades que produce (también puede ser vía reducción de costos); el número de patentes y/o registros que produce el proceso de innovación; si el proceso está generando conocimiento y si existe gestión sobre el mismo; cómo aporta a la mejora de procesos dentro de la empresa; el número de nuevos productos lanzados (ojalá con real innovación porque en este indicador sí que estamos confundidos localmente) y, de ser posible y si aplica, qué valoración de las acciones (en bolsa) produce la innovación.

Estos indicadores, entre otros posibles, pueden ayudar a establecer si realmente existe innovación en una organización. Si no está midiendo ninguno de los anteriores, es posible que esté jugando a innovar, lo cual no es del todo malo, pero recuerde que su competencia no necesariamente tiene la misma actitud.

La innovación es la forma como se construye la diferencia competitiva hoy en día. Es, indudablemente, una manera eficiente de alcanzar nuevas metas en el contexto global (recuerde que usted ya no compite con su vecino).

Sin embargo, la innovación no es un proceso como tantos otros en las empresas colombianas, que se adoptan por moda y finalmente terminan diluyéndose en el día a día de la organización. La innovación es una tarea de nunca acabar, es un proceso permanente y una actitud competitiva que no permite “dejar para mañana” lo que hay que hacer todos los días. Ese es el reto al que nos enfrentamos. Romper el mito del “bombillazo” y entender que tenemos mucho trabajo por delante.
 

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